Valentín Rodriguez Melón
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1. Panegíricos, o requiebros, y Semblanzas toreras: José Tomás

Inicio 1. Panegíricos, o requiebros, y Semblanzas toreras: José Tomás

¿Volverá? ¿no volverá? ¿cuándo? ¿dónde? ¿cómo?. Y en el fondo ¡qué más da!, si ya tampoco está claro en qué espacio lo registra la memoria, si como  un anhelo vivo o el recuerdo de un mito muerto irrepetible; porque  en realidad José Tomás, siempre fuiste así: hombre y torero de incertidumbres.

No es tarea fácil escribir de ti. Hay que utilizar excesivos adjetivos, no porque sean vehículos de halagos o de vanidades sino porque es la única manera de aproximarse a describir tus  “acontecimientos taurinos”; esos que circulan por las sendas de la épica o de la emoción incontenible, caminos  que están en la otra orilla – no sé si más acá o más allá – de las palabras.

Te busco antecedentes personales y pienso que como héroe tienes derecho a una descendencia mitológica de dioses transformados; dioses venidos en la mezcla de esa dureza impenetrable de la piedra de la sierra madrileña, pelada y eterna, criadora de lagartos de sangre fría y camuflaje mimético, con la voluntad del rumbo tozudo e inquebrantable catalán y el capricho mexicano del juego temerario a vida o  muerte.

O también puedo decir de ti que eres nacidos de sueños, primero del sueño del abuelo Celestino que quiso hacer del nieto un escenario real para representar y vivir afanes incompletos de pasado y de futuro. (Nada hay más fuerte que el sueño de un viejo que ensueña vidas mientras piensa en muertes).  A ese sueño se añadió el de otro colega de deseos insatisfechos, el Choni; después llegó una pequeña pesadilla apenas esbozada  de Victorino y finalmente la ensoñación despierta de Antonio Corbacho, tutor exigente e inmisericorde de héroes taurinos.

Con todos estos sueños cargados a la espalda hiciste travesías del desierto entre  el exilio acogedor de México y las duras confrontaciones en las plazas españolas a las que empezabas a traer una emoción perdida y añorada, ante la que no se podían poner señales tranquilizantes de anticipación, porque siempre hacías y eras lo inesperado.

Fue en ese camino donde también creció la rebeldía contra tanta presión de expectativas ajenas y donde empezó a surgir tu propio sueño y tu leyenda.  Sueño nacido de hombre torero que busca encontrar y quedarse en la distancia en la que puede hacer confidencias en voz baja con la muerte; parar el tiempo en esos momentos donde ya no sabíamos que elegir ni por quién apostar, si hacerlo por la muerte y aniquilar  nuestra angustia, o hacerlo por el sufrimiento como única señal de vida. Y además, en ese punto lograbas componer la estética del movimiento y del compás. Esa era la emoción que habías vuelto a traer. Unir como Rilke lo bello con lo horrible en permanente estado de intercambio.

¿Cómo toreas?, – Como los ángeles malos que hacen nacer pesadillas.

¿Dónde toreas?, – Donde los hombres-héroe, allí donde lo imposible solo se hace improbable.

¿A quién toreras?, – A lo desconocido, a la suerte alocada de desenlace imprevisto.

El resto, ya te lo han escrito.

De cualquier manera tu deseo indomable de ser Tú, tu propio sueño, esa “quimera” del  espacio quieto e  inexistente de la cesura entre la vida y la muerte había de cumplirse.  Sentirte libre de pasado y de futuro, inmensamente independiente, te exigía ser el hacedor de tu propia vida, ese rito de Luz y Sombra que se cumplió en Aguascalientes. ¿Qué fue primero?, ¿la escucha apenas siseada de la muerte o el grito agónico de la vida? Solo sabemos que una fuerza humana y colectiva pudo retener entre los dedos tu Fe de nacimiento arrancando de otras manos negras el certificado de Defunción cuando ya había iniciado la firma.

No me gusta utilizar lenguaje religioso pero creo que ese día tuvo lugar la “encarnación” de un mito, la “corporización” de un sueño en un cuerpo de sangre hidrocálida mezclada con nervios de piedra de la sierra española. Desde entonces libre de deudas, sacudido de gratitudes porque los milagros no las necesitan, no ambicionas otros horizontes que perpetuarte a ti mismo.  El mito ya adquirió patente de autonomía y perdurabilidad.

Luego te he visto también volver en apariciones inesperadas y enigmáticas, en ese desafío que lleva volver a sentir el abrigo de esa segunda placenta que es para ti Aguascalientes. Ahora ya no sé juzgarte. En cada toro solo veo versiones benévolas de “Navegantes” sometidos y dulces que siguen tu muñeca como la pluma a un poeta.  ¿puede ser la muerte un colega benévolo o una musa de inspiradas serpentinas?  Hoy, si acaso, te alabo como torero estilista, como el ejecutor más lento imaginable de un compás de vals vienés sin pensar siquiera que esa pareja de baile lleva cuchillos de muerte entre sus sedas.

… pero,… déjame soñar con el Mito,… con el “otro” que fue y es, …. con José Tomás: Torero de la Incertidumbre.

Mayo de 2015


José TOMÁS

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