Doblemente héroe, torero y hombre. Héroe ante el toro y héroe por defender a cara descubierta su profesión de torero y su amor por el mundo de los Toros frente a un entorno terriblemente lacerante y hostil.
No puede ser más catalán por origen (nace en Moncada i Reixach, alrededor de la misma Barcelona) ni llevar más catalanismo a la Fiesta Brava.
Tan valiente como gallardo, tan fiel como coherente a su nacimiento, tuvo el gesto valeroso, que no desafiante, de envolverse en la senyera como capote y llevar la barretina por montera para hacer sus paseíllos en las plazas.
Y esos paseos nos llenaron las memorias de otros hombres y de otros tiempos; de aquél Mario Cabré torero y poeta, hombre de amores y nostalgias; de Joaquín Bernardó, delicado y elegante que traía vitola de “seny”; del importado Chamaco; y de esa plaza Monumental hoy secuestrada y ayer fielato obligado de la escala novilleril otorgadora de idoneidad para figuras. Nadie como tú, Serafín Marín, se merecerá volver a esa arena y caminar por ella con la familiaridad de un paseo por las Ramblas.
A él le corresponde el último toro corrido y muerto en la Monumental de Barcelona en el año 2010.
A él le corresponde el último toro indultado en esa plaza
Y a él le corresponde el último triunfo en la misma, y una salida a hombros con recorrido por las calles como atributo de los héroes, esa última vez acompañado de un hombre y un nombre “El Cid” sabedor de victorias desde la muerte.
También es suya la última lágrima de un hombre de bien, de un torero exiliado de su tierra por la testarudez perversa, aberrante y espuria de falsas ideologías que encubren pulsos de poder y de afirmación política.
Él, Serafín Marín, tantas veces solo, sintiendo el deseo, la angustia y el apoyo tras de sí de sus padres, ahora ya solo de su madre, sigue adelante su carrera.
Hoy se enfrenta a corridas denominadas duras en la que ofrece el buen hacer de un toreo de mando, cabal, sin arrugas frente al infortunio.
Es el toreo de la firmeza, la praxis y la laboriosidad catalana.
Lástima nacer en un territorio y en una época donde hasta la libertad y la creatividad tienen que estar cumpliendo un estatuto.
Serafín MARÍN