Dicen que al nacer el mundo le envolvió en carencias y desamparos, y que solo le mostró una enseñanza: tenía que sobrevivir a la muerte.
Un buen día su padre le llevó a ver una corrida de toros, y el simbolismo le llenó la cabeza y el alma. Entendió al toro como esa muerte a la que tenía que burlar y no pudo hacer otra cosa que decidir ser torero.
Se vino a Sevilla porque le pareció la mejor cuna y escuela de toreros, pero su arrogancia pre-pirenaica no le permitió aprender pinturerías. Sin embargo traía algo especial que solo muy pocos genios del toreo han sabido trasmitir, LA AGONÍA.
Sebastián no tuvo ni entorno ni tiempo para aprender y desarrollar un manual natural de sentimientos. En él solo existe el mundo de las sensaciones, y particularmente la sensación de de estar vivo o de estar muerto, y necesita sentir esa agonía primaria, esa congoja, para saberse vivo.
Eso traía al toreo. No había tras de sí música; el compás de pasodobles no le quedaba muy lejos del “Dies irae” y las primeras experiencias amorosas de la vida con sus huidas a América para encontrar el árbol del olvido, le dejaron al final un sabor agridulce con adioses de bolero.
Con todo eso a cuestas Sebastián decidió no solo ser torero, sino torero triunfador y Figura. Así lo atestiguaron sus repetidos triunfos en los certámenes mundiales para novilleros.
Tras su cara de niño ingenuo y su aparente sangre fría culebrera, se esconde un “enfant terrible ” ilimitado de ambición y de orgullo. No ha olvidado su pedigrí francés y como tal, – como el Grand coq que es – quiere competir con todos, contra todos y en todos los lugares hasta ser el primero. Madrid y Sevilla, por señalar dos lugares de idoneidad, lo atestiguan. Él tiene que ser el triunfador; necesita saberse valorado y admirado para compensar la dificultad de percibirse y sentirse querido.
Como fue el mejor alumno de carencias, es el mejor maestro de las reivindicaciones. Y como tuvo tan próximas y tan dolorosas las experiencias de déficit, siempre que puede se desparrama en altruismo y generosidades.
Aunque al principio intentó otras formas de toreo largo y ortodoxo – por identificación con su gran maestro y protector que fue José Antonio Campuzano –, no tardó en encontrar su estilo de toreo basado en ese impacto emocional tan propio para realizar un toreo de cercanías inverosímiles junto a un quietismo de estatua. Un toreo de valentía que trata de forma insolente al miedo. Toreo de proximidades simbióticas casi procaces de roce de taleguillas, o de olfatos humillados hasta el tobillo para salirse luego de ellas con un lance templado y sobretodo delicado, con sabor a compostura versallesca o a fino perfume francés.
Toreo de gesto exquisitamente altivo, de domino inaudito a toro sometido con guante de seda. Toreo para el Arte en el mundo y para la Historia de la Tauromaquia, cimas a las que quiere llegar no solo como el mejor torero francés, sino como Maestro por encima de tiempos y nacencias.
Como buen francés que es sabe no solo de revoluciones sino también de luchas y barricadas. Hoy, levanta su grito más que su voz para llamar a la rebeldía en las calles contra esa invasión actual anti taurina y antiespañola, que tiene una 5ª columna con más fuerza si cabe que los asaltos que vienen del extrerior. Parece el único que lo tiene claro de todo el escalafón. No se ha acomodado a la poltrona. Fueron tantas sus necesidades y faltas, que su insatisfacción no la calman las promesas ni las palabras, Busca actos y actos resolutivos.
Bendecimos su llegada como aquella legión de “hijos de San Luis”, ratificamos la concesión de ese premio “Paquiro” de tantos merecimientos, y damos la bienvenida a esta “contra-invasión” francesa que llega para defender nuestro territorio mitológico.
¡Bienvenu Sebastián”
Sebastián CASTELLA