No es para presumir la relación que tienen las plazas españolas con (contra) los toreros mexicanos. Su vida no parece tener mejor suerte que la que se concede a de los emigrantes transcontinentales tratados con excesivas trabas y juzgados de forma intransigente en su equiparación de oportunidades y derechos..
Todos los años llegan muchas, se quedan pocos, vuelven menos
Joselito Adame es de los que toma el Atlántico como camino familiar de ida y vuelta o que asienta aquí sus reales por derecho propio.
Su procedencia, Aguascalientes, relicario taurino por antonomasia de aquella tierra, ya le otorga una vitola de triunfador. No conforme con su “bachillerato azteca” vino a completarlo e idoneizarlo en Madrid para luego pasar el examen práctico con premio extraordinario (Vistalegre, Galapagar) y confirmarlo en arenas francesas por si se le exigía un Erasmus. Con el “cum laude” arrastrando en su muleta volvió para México a declararse Figura, y desde esa posición de exigencia y privilegio confrontarla otra vez en ruedos españoles y franceses y así revalidar doctorados “honoris causa”.
Todo eso está cumplido, y cada vez que se acartela en un contrato esa expectativa la firma, la torea y la ratifica.
Adame es un representante típico del toreo mexicano. Toreo charro hecho de valentía, toreo macho que busca muescas y rivalidades. Toreo que planta cara y sonrisa al miedo y al infortunio. Toreo de casta, que no necesita historia detrás para sustentarse porque él lleva la historia y ésta la tiene que escribir el futuro si no le persiguen la mala suerte, la envidia o las político-burocracias políticas ancladas en el pasado.
Su toreo sabe tener la exuberancia de México, ya sea con el vistoso capote moviéndose como los vuelos de un quetzal maya, o en la riqueza y repetición de suertes de muleta aireadas como una guacamaya roja. Y también la seriedad de la tauromaquia de la tierra de acá del mar. De dominio en la cara del toro, en el espacio que éste tiene que tomar el engaño para acometer o para cabecear. Ahí, en ese círculo pequeño de la tragedia o la heroicidad se mueve JA con la misma frescura, familiaridad y empaque que soñó Agustín Lara para su chotis “Madrid”.
El deseo de ser torero y la ambición de ser Maestro-figura le ha empujado a salir del dulce toro mejicano de fácil jaleo y adorno, para enfrentarse y confrontar su sabiduría torera al toro español, menos favorecedor de voluptuosidades en los ruedos de categoría que él frecuenta.
NO le pongamos puertas al campo. Dejémosle que nos enseñe más cosas este pequeño gigante charro que ha entrado por la puerta grande de su nacimiento (Aguascalientes), escondido de dinastías también valientes conocidas, y que los compañeros españoles y sus mentores den espacio al toreo vistoso acoplado al toro serio y difícil.
Joselito ADAME