Toros en LEON
Desengañémonos, León no es particularmente tierra de Toros ni de toreros. (solamente una leyenda insostenible asegura que la camada-madre de aquél despiadado Barbudo que desentrañó la vida de Pepe-Hillo) había pastado por los predios de Pajares de los Oteros antes de afincarse en Peñaranda de Bracamonte; pero es una leyenda, fábula asustadiza que se esconde ante la mínima curiosidad científica).
Aquí, parece que no tenemos Historias ni derecho a tener Héroes, a los valientes que glorificamos como tales – llámense Marcelo o Guzmán- no dejan de ser unos perdedores, cuando no paradigmas del masoquismo. ¡qué se le va a hacer, no tenemos baúles para guardar ropajes de hombres victoriosos! Solo una bandera medio rota y pendones altivos intentan decirnos que alguna vez estuvimos en guerra, pero no somos guerreros. La historia puso una vez a España en nuestra cabeza, y corrimos presurosos a cederla a Castilla porque parecía que el Poder nos quemaba entre las manos.
León es así, su logotipo podría ser el de una mujer vieja, vestida de negro una tarde de domingo sentada a la vera de una carretera mirando y saludando a la vida que pasa. Esa es nuestra imagen y me temo que nuestro fondo. Aún así, la quiero.
No. Aquí no tenemos historias taurinas, historias de toreros; hemos tenido y tenemos historietas: unas tiernas, otras románticas, otras un poco chuscas hasta llegar a confundir la heroicidad con la extravagancia, casi todas ellas abortadas en su inicio. Nuestra amplia y no muy poblada provincia, vieja observadora del paso de diásporas, no tiene vientres para niños valientes que quieran jugarse a cara y cruz, el juego de la Vida y de la Muerte. Aquí, nos conformamos con jugar “a las chapas”, y eso tiene poca literatura. La vida o esa experiencia de mirones de paso, nos ha vuelto – hemos de reconocerlo – cobardones.
Esta pobreza iconográfica ha traído como consecuencia que no tengamos derecho a héroe exclusivo y por eso tenemos que compartirlos con los de las provincias vecinas. Antes lo hicimos con el burgalés Rafael Pedrosa, ahora con Javier Castaño con quien nos vemos obligados a compartirlo con Salamanca. (en este último caso, aunque su nacencia y sus primeros sueños se escalaron en nuestras montañas, hay que reconocer que su desarrollo bueno o malo pertenece al campo salmantino; solo que como a ellos les sobran toreros para mostrar, nosotros nos vamos a permitir considerarlo como héroe propio. No creo que él se moleste, ni que la afición salmantina reclame este “hurto de uso” en el que no sabemos a ciencia cierta quién roba a quién.
No por esa carencia apostamos negativamente al futuro porque antecedentes y espacio tenemos para su desarrollo. Aunque no tengamos historia de héroes, si tenemos historia de afición. La hubo; allá por la 2ª mitad de los años 50; Una afición, concentrada solidariamente en el Club Taurino Leonés (hoy extinto o exangüe) que promocionó la novillería punta y creó una base de aficionados que se ha ido diluyendo por no ser alimentada adecuadamente con las sucesivas y variadas gestiones de la Plaza de Toros de El Parque. Afición que esperaba ansiosa Feria de San Juan de TRES corridas de toreros-punta, hoy sustituida y vendida como plaza turística para albergar un cartel de personal mediático destinado al espectáculo.
Y además tenemos Plaza, un bonito coso: La Plaza del Parque, hoy resignificada en ese multinacional e impersonal apelativo de León-Arena. Plaza que fué levantada con premura para ser inaugurado por Manolete y que Islero nos lo quitó un año antes. ¡Lástima! Una plaza amplia, bien construida, con hermosas pinturas al temple en los arcos de las sobrepuertas de su fachada donde contemplábamos al propio Manolete, a Sánchez Mejías , a Pepe-Hillo, creo recordar que también a Paquiro – y otros huecos que quedaron sin cubrir también lamentablemente perdidos -. Hoy en pro de la modernidad y del progreso tenemos una Plaza cubierta – ¡eso está bien! – que nos protege de los vientos y otros avatares antitaurinos del cielo, pero estrechada por unos sucedáneos de asientos y respaldos que maltratan despiadadamente nuestros costillares y la hacen inviable con cualquier dolencia de espalda. Tal vez sea más útil para ferias, saraos, conciertos u otras zarandajas, pero se va olvidando de su origen primero y primario, y así se va tejiendo inexorable sobre su albero el triste y gris tapiz del olvido.
Y después de esta entrada pródiga en lamentos y quejidos, muy en la línea de nuestro folclore y acervo propios, vamos a ver si pescamos algo de la realidad para hacer una crónica aceptable a los “hechos” más que a los “dichos”.
Como dijimos al principio tenemos que empezar por toreros compartidos, y el primero con la artística Burgos queriendo hacer nuestro a su paisano RAFAEL PEDROSA porque fue el primer toricantano tuvo la gentileza de tomar la alternativa en nuestra plaza allá por el 1957 y porque hizo suyas – y nuestras – sus correrías novilleriles en estas tierras.
Y también por esa época, tal vez un poco más tardío, hay que hablar de aquel novillero prometedor que era CLEMENTE GALLO, agostado precozmente, que también robamos más que compartimos a Palencia ¡Ah! Que arrogancia adornaba su paseo ordoñero con aquél bastón-estoque fortalecedor de muñecas como los toreros antiguos. Buen torero de calle y de gabinete fotográfico. Busto de héroe para un cantar de gesta que no se fraguó porque los toros no tuvieron a bien acompañar sus aires.
Hablar de toros y de toreros en LEÓN no puede hacerse sin que la sombra de FELIPE ZAPICO (torero o banderillero pero subalterno nunca) no asome por delante de cada figura. A él no le fue siempre necesario un toro para sentirse torero, como no le fue necesario un público para escucharse aplausos, ni siquiera necesitó de un ruedo para hacerse su paseíllo de luces cada día, cada tarde, en cada tertulia de Tauromaquia. Es así desde que plantado en los andenes de la Estación, ensoñaba un quite y paraba la acometida de aquellas viejas y grandes maquinas de vapor. Nació Torero y vive torero. El desplante en el saludo, el adorno en el vocablo, en empaque en la marcha, el desdén en la salida, envuelven su ¡dejadme solo! Cada vez que su presencia toma la voz.
No necesito biografías para hacer su comentario; tal vez sufrió cuando su sueño de hacer torero a su hijo LUIS MIGUEL no vio la realidad de acartelase con figuras. El chico tenía planta, tenía hechuras, pero – hay que reconocerlo – no dejaba de ser un niño vestido de Primera comunión con su traje de luces, obligado a ratificar un apellido propio sustentado por un deseo paterno. Nos tranquilizó que se quitara de encima esa quimera, su padre se recuperará de ese leve pitonazo moral.
El paso de Felipe Zapico a la posteridad ya está firmado. Su busto en la puerta de cuadrillas de nuestra plaza lo atestigua.
A su lado, o a su sombra, como a hurtadillas viajaba un subalterno seguro y eficiente, el silencioso CURRITO, con su cara agitanada y sus trajes de azabache y ausencia, para hacer resaltar aún más su evanescencia casi hasta el anonimato. ¡Qué grande y cabal subalterno!
Y dando un salo muy grande en el tiempo nos llega AVELINO DE LA FUENTE; un leonés-maragato con su meritoriaje hecho en Méjico y avalado por una actuación más que aceptable en su tarde de presentación en Madrid. Todo el Noroeste de León vino a la ciudad a verle triunfar en su paseíllo a nuestra plaza. No fue el caso. Traía fama de valiente, pero el estilo debió de quedarse entre las maletas en suelo mejicano, o aquí no encontró esos toros dulces y pastueños que salen al otro lado de las aguas con los que un día se hizo torero. Aquí lo intentó, las cosas no le salieron bien. Tenía un estilo feo, tosco y pueblerino. Tal vez era valiente pero eso es poco en el mundo de la torería. Así que fue visto y no visto, como una mantecada de su tierra, solo dió para un desayuno.
Y algo semejante le sucedió a su paisano JULIO NORTE, que recriado en Salamanca encabezaba el escalafón novilleril por dos temporadas, y jalonaba su carrera con triunfos y premios. Los honores le precedían: esperanza de “entendidos”, “artista de porvenir”, expectativa de futuro maestro. Fue a afincarse a Salamanca para tener más oportunidades de éxito, pero allí empezó a gozar de las comodidades de una vida sin tanto riesgo detrás de la barrera. Su arte, gótico flamígero puro, en el confiábamos por ser tan nuestro, se vino abajo a las primeras contrariedades. Otra historia de inesperado final. Su éxito no pasó la adolescencia taurina. Cuando terminó la edad del pavo y hubo de medirse de adulto el chico se “amadrileñó”, y terminó sentado entre despachos de negocios taurinos. Para ese final no hubiera sido necesaria esa preparación. Sueños gratuitos, sueños de telarañas, suelos de chaval a los que el primer sol de la realidad barre fantasmas sin esfuerzo.
No todos los sueños se rompen ni terminan en asustadas pesadillas, los hay que terminan en chocantes sonambulismos, ahí está el caso de la pirueta identitaria de LAUDINO DEL CAMPO. Hombre tan apacible en formas como inquieto en fantasías. Un buen día, ante la amenaza de agostarse su cuerpo y perderse el soplo del alma; con la cabeza tan harta de fabricarse imaginerías brillantes como de observar sombrías y rutinarias realidades desde el mostrador de su librería, se atrevió a dar un salto de garrocha que para sí hubiera querido el goyesco Juan Apiñani, y aprovechando unos dineros que el cielo le había llovido para otros menesteres, decidió regalarse un D.N.I. en el que figurara como matador de toros. Su carrera fue tan breve y atropellada como la primera hora de un día de Rebajas en unos Grandes Almacenes, pero no dejó de cumplir los requisitos y la idoneidad para poder enseñar su carné de torero y su número correspondiente en el escalafón de esa profesión. Seguramente compró o alquiló vestidos, plaza, toros y hasta compañeros que hicieran oficial el rito de toricantano. ¡qué más da! Las vías de la auto-promoción pueden ser infinitas, Y la historia, lo sabemos, está hecha tanto de grandes Gestas como de grotescos gestos.
Así entre trampas y engaños, llegamos a una verdad contable y presumible: la Verdad de:
JAVIER CASTAÑO
…. Y alguna vez tenía que suceder lo contrario; tan acostumbrados como estábamos a vestirnos de lo ajeno para sentirlo propio ahora que tenemos algo que por nacencia nos debiera de pertenecer, hemos de pedir y compartir con la hermana Salamanca el derecho a un torero de la tierra. Suponemos que a ellos nos les importará mucho. Les “sobra género”.
Pero mi deber es pregonarlo como leonés y adornarle de todas aquellas prendas que guarda León para la Historia y la Historia para León.
Porque León fue, más allá de su timidez actual enfermiza y más acá del futuro próximo del desmantelamiento, una Tierra de Héroes; héroes forjados al fuego del sufrimiento, héroes de Honor como D. Alonso de Guzmán, o héroes del Amor como D. Suero de Quiñones, y a esta leyenda se vió empujado Javier Castaño, a ser un héroe del Valor y del Pundonor en la historia de la Tauromaquia.
Es ese rasgo lo que a nosotros también nos empuja a contar su historia al revés, a empezarla por el final, por su gesto de coraje de la feria de Abril sevillana de 2017, en la que a los 19 días de ser intervenido quirúrgicamente de un proceso canceroso, en plena angustia de la valoración de analíticas y biopsias, contra el criterio médico, movido por la fuerza del valor, del compromiso y del prestigio de su nombre compareció en la plaza de La Maestranza de Sevilla, para enfrentarse al lote de los toros-miuras como había concertado en un contrato de manos apretadas antes de saber de su enfermedad. Este gesto, solo ese gesto y sin lo demás, que también lo tiene, le definió y le definirá siempre como Torero.
Pero la lógica obliga a una relativa cronología, y a buscar un inicio que nos guíe por su aventura taurina. Allá, al principio, lo que nos choca es contemplarle en la orfandad de unos antecedentes y de un ambiente taurino. Nació como Palas Atenea, en la cabeza imaginaria de un sueño inacabado del padre que en él tomó cuerpo y voluntad. Sueño de tierras difíciles en esa montaña leonesa tímida en deseos y oscura en esperanzas, de las que tuvo que desprenderse para salir hacia la aventura taurina. Con esa dotación identitaria difusa se adosó a una tierra torera como la salmantina a la espera de efluvios telúricos que marcaran su camino.
Los otros padres-abuelos le dieron acogida en Topas, pero Topas no fue más que una referencia en su camino, el lugar de Reposo de un Guerrero que no cesaba nunca de caminar buscando torerías, ya fuera en la Escuela de Tauromaquia de Salamanca, ya al campo abierto de las dehesas, solicitando un lance a un toro perdido en capeas improbables o esperando su turno para probar una vaquilla. Así, día a día, noche a noche, lleno de sueños robados al sueño, en compañía de otras sombras de incertidumbres al calor del fuego caliente de vocaciones compartidas. Él está allí y se apunta a todo. Para lo que está preparado y para lo que no lo está. De ese campo y de esas compañías que le ayudan y le enseñan hará su cuna y su deuda, hará de ellas la estela que guíe su vida y como buen hidalgo leonés que es por nacencia, serán su moneda de cambio: la gratitud y la “honrilla de ser buen pagador”.
Y por fin novillero también desde Topas hasta alcanzar la gloria en esa categoría saliendo a hombros en la plaza de las Ventas de Madrid.
Cumplido el rito de las alternativa (San Sebastián ) y su confirmación (Madrid) las cosas no le fueron demasiado bien. Una cornada grave le apartó de las ferias apalabradas y el olvido perseguía su nombre de manera inapelable. Pero Javier, ¡coraje Javier!, nunca se da por vencido. Él ya sabe que el destino se lo tiene que ganar cada mañana, por eso sigue toreando y toreando en ese campo salmantino que ha hecho suyo. Torea enseñando a los jóvenes que se acercan, torea aprendiendo del toro y de esos viejos toreros camperos que aman las reglas tanto como al toro. Va ejercitándose en un Toreo que siente total y ortodoxo. Cuando escucha la voz de un destino que le llama a enfrentarse a las “corridas duras” sabe que la vida ya ha decidido por él, y su nombre va a estar ya ligado a nombres de leyenda trágica: miuras de muerte, adolfos imposibles, cuadris inmóviles, escolares soberbios, etc., son para él las notas de su partitura, la que le ha tocado entonar. ¿Bailar con la más fea? Es posible que el destino le haya marcado ese camino. ¡No importa! no estamos en la Estética sino en la Ética de la torería. Sabe que tiene que ir allí donde todavía se saborea el toreo cabal, bueno y grande, Francia lo proclama Torero y él da a Francia una tarde memorable en Nimes encerrado en solitario con la divisa Miura. Ofrece más por gratitud que por deuda, el toreo completo que ha aprendido donde vive el toro, el toreo puro de campo, y para ello se hace acompañar de la mejor cuadrilla que cruzó arenas toreras y a la que una vez la plaza de las Ventas obligó a voltear. Ese era el Toreo Grande que mostraba. Una Fiesta del Toreo. Hacer de cada tarde una tarde de concurso de ganaderías. Tarde donde el Toro tiene su opción de sacar toda la bravura que lleva dentro ayudado por el empeño que pone en la colocación para la suerte de varas; Tarde de admirar la mesura de ésta por Tito Sandoval, la lidia serena y justa de Galán, el perfil longilíneo de Adalid o la galanura rehiletera de Sánchez. El toreo total, el goce del aficionado, el campo convertido en espectáculo de candilejas.
Tengo que reconocer, que como muchos aficionados actuales que habíamos olvidado la grandeza original del toreo, echábamos de menos una faena muleteril con la hondura y calidad que atisbábamos. Nos costaba, o nos cuesta aceptar que las fuerzas del toro se habían agotado, en ese tercio de jurisdicción solitaria ya no era posible el aplauso. Hay que tener mucho saber y mucha dignidad taurina para cerrar la última página de un libreto ya acabado. Esto, el aficionado actual te lo reprochará siempre. La afición actual ya no empieza ni se prolonga en el campo.
Javier (permíteme un trato directo): en la plaza no hay memoria. Hay expectativa y deseo, no estamos llenos de tu historia. Se nos olvida que a tu éxito de novillero no le siguieron contratos de acartelamientos esperados en tierras conocidas, que si quisiste tener un sitio como torero tuviste que subir Pirineos arriba para coger nombre, que tuviste que firmar y sobrevivir a divisas que nadie quería ver, y que te obligaste a intentar lo que no hacía nadie: enseñar cómo era el toro bravo, poderoso y con casta, entregado hasta la extenuación y de defensa inabordable cando olía su muerte. Esa era tu verdad, tu gratitud a las ganaderías que hicieron real tu sueño, y el buen pagador de los contratos arrancados a peleas de gallos.
Eso te fijó a la categoría de los “valientes legionarios del toreo”, valorados sí, pero limitados en su expansión mediática. Sin embargo todos sabemos que tú no eres un valiente metido a torero, sino un torero que a su torería le añade el sobrepeso de no encogerse ante el miedo.
La forma de encarar tu enfermedad nos trajo de ti otro perfil. Ahora sé/sabemos, que eres torero, porque ser torero es vivir mirando a los ojos de la muerte y dejarse mirar por ella sin temblar, y darle el espacio del cuerpo que con voracidad busca para luego ganarle ese pulso que parece imposible. Burlar con temple su embestida hasta el agotamiento y al final “darle puerta” humillada mientras sales indemne y en señorío. Ese es oficio de Toreros, oficio de muerte. Tarea universal del hombre. Tarea permanente e inacabada. Ese mismo año de 2017, año de fuerzas mermadas, con el cuerpo maltrecho por terapias despiadadas, una cornada en el cuello en la localidad de Navaluenga estuvo a punto de enviarte a la nómina de desaparecidos en la arena.
Pero ahí sigues esperando esta temporada de 2018; para eso eres torero, y para que perduren las “corridas duras”, los públicos exigentes, los aficionados sabedores del toreo; cuando esas circunstancias requieran de un torero que las complemente, de un torero con Conocimiento, Valor y Voluntad, ahí estará Javier Castaño: ¡Torero de León!, ¡Torero de España!
Javier Castaño. ¡Gracias por tu lección de Vida y de Hombría en tu Tauromaquia!. Hoy sabemos cuál es “tu sitio” en el Toreo: el que obliga a unir el Desvalimiento humano con la voluntad y la firmeza del compromiso. El Sitio eres Tú que generosamente te ofreces para acoger y hermanarse la Ética del Miedo con la Estética del Coraje.
¡Salve Javier Castaño! ¡Un abanderado la voluntad de vivir!
¡Que Dios te ayude en tus tareas!
Todavía a su sombra, en la esperanza de que las plazas de toros se arriesguen a abrir sus puertas a novilleros con Fe, espera su hermano Damián.
¡Ojalá comience una saga!
Hoy, todavía, le queda mucho que aprender de su hermano, como torero y como hombre.
Dibujo: JAVIER CASTAÑO