(Me vas a permitir que te titule Frank Rivera, este nombre te hace así más moderno y más realista. Aunque lo lleves en la sangre, el sobrenombre Paquirri no te pertenece a ti, Pertenece a tu padre y a su lugar único en la Tauromaquia. Puedes si quieres vivir de él, puedes imitarle, pero no tienes ningún derecho a suplantar su Historia)
Ya dice la sabiduría popular que las mezclas no suelen salir buenas ni dar buen resultado.
Francisco Rivera Ordóñez tenía demasiada “sangre torera” que juntar: los Rivera valientes de su padre, los Ordóñez señoriales del abuelo, los arrogantes Dominguín por parte del tío-abuelo, los “Cayetano de la Palma” míticos que tenía el bisabuelo. Toreros tiene hermanos, tíos, primos … y demás familia, y a su lado, y por vía colateral, discurren sangres toreras de los Curro Vázquez, los Beca Belmonte, los Paco Alcalde, etc., hasta completar un árbol familiar de nada menos que 14 toreros. Demasiados. Y con todo eso, ¡vaya por Dios y mira lo que son los genes jugando al azar!, salió a madre. Hermoso y atractivo. Poco útil, sí, pero hermoso. Y de eso vive.
También es valiente, y por eso quiso ser torero. Bien es verdad que ser otras cosas le significaban un esfuerzo que no parecía estar dispuesto a realizar y que para la torería se le suponían habilidades innatas.
Cuando su deseo se hace insistente, a falta de padre ido en sangres toreras, el abuelo Antonio Ordóñez toma las riendas del asunto. (Independientemente de este caso de ausencia real del padre, es curiosa esta organización que tan frecuentemente vemos en Andalucía en la que el soporte de la identificación y el portador de la función paterna recae en la figura de un abuelo, del padre-de-la-madre, una verdad anunciada y apuntada para la sociología por el psicoanálisis). Bueno, a lo que íbamos. Mientras la cosa fue así el camino transitaba seguro. El abuelo se lo procuraba fácil, el chico aprendía o se re-encontraba con aquello que sabía de antemano, se superaba ante los percances, – nadie le ha negado el valor ni la casta -, se procuraban evitar los exámenes difíciles de plazas o de públicos exigentes y se invocaba al espíritu de Ronda como recurso de amparo para llamar a la Fe y a la Esperanza. Así fue creciendo la imagen y el personaje, la verdad venía detrás no siempre acompasada.
La imagen creció hasta desbordar al personaje así como olvidar la deuda con la sangre y la historia recibida. Ya alejado de la mano protectora de su abuelo, y cambiado a apoderados que le ofrecían mayores escenarios y experiencias aprovechando su espejo deslumbrante, empezó a vivirse como héroe y meta de suspiros femeninos y fue sustituyendo su sueño rondeño por mito rodado de copla …”.que de mano en mano va como la “farsa monea” …” hasta cobijarse en el señorío del ducado de Alba siempre más apetecible que la cuna fantasmagórica de Pedro Romero.
Ronda, como temperamental mujer española despechada se vuelve celosa y vengativa de estos “cuernos” y une varias casualidades para evitar que sea su arena la que apadrine la alternativa que termina por trasladarse a Sevilla. Toda su vida intentará en vano reparar este despecho haciéndose promotor de esa corrida goyesca que no es otra cosa que una pasarela de pijos-pijas.
Sevilla es cosmopolita, “abierta” y moderna, celestina transigente y manto encubridor y barroco de superficialidades; traga todo lo que viene desde papel couché, y le da cobijo como guapo y como torero hasta el punto de promoverle a figura de alto nivel de escalafón entre los años 1995 a 1998 y de abrirle varias veces su puerta del Príncipe.
En este período Francisco muestra que es un torero valiente, que como su padre parece despreciar al toro y la fuerza de las querencias de éste. Hace un toreo de cortas distancias, que se arrima mucho, que no parece dar importancia ni al peligro ni al toro y que tiene cierta facilidad para hacerlos pasar una y otra vez, a una y otra mano, cerca y con un aceptable temple. La suerte de matar no es su fuerte y por eso sus éxitos hay que leerlos o verlos por otros canales mediáticos que no sean las revistas especializadas en temas taurinos.
El siglo XXI le anuncia su decaer y disminuye progresivamente su número de corridas y su “tirón” cartelario. Entre 2005 y 2007 parece tener un repunte que no puede mantener y “desaparece” casi definitivamente en 2012. Otras preocupaciones, otras “castas” indómitas que atender, otros “gañafones de la vida” reclaman su atención.
Si ha venido a esta galería no lo ha sido tanto por su trayectoria como por los apellidos que acarrea, y, porque desafiar y superar un mito familiar siempre es una tarea enormemente difícil y meritoria. Y este Paquirri, tenía demasiados.
Vuelve en 2014 ¿A qué? Motivaciones de reparar quebrantos económicos parecer ser sus causas. Hace pocos días le he vuelto a ver en uno de esos carteles que los empresarios montan como espectáculo para un público que en nada tiene que ver con el de aficionado taurino pero que asegura un porcentaje de localidades. No me dijo nada nuevo. El comentario de mi vecina de localidad, también aficionada a su pesar, me retrotrajo al que dirige Petronio a Nerón en su lecho de muerte en la película “Quo Vadis”: … “Mutila a tus súbditos si te place, pero con mi último aliento te pido que no mutiles el arte, …embrutece al pueblo,… pero no le aburras ….”.
Sabes torear, eso es indudable. Sabes ponerte valiente y sobreponerte a percances fiel a la historia de la vergüenza torera, … pero ser TORERO, luciendo esos apellidos, ese lugar de adopción, y esos antecedentes requería otra cosa.
Francisco RIVERA ORDÓÑEZ