No deis vueltas, ha renacido en él toda la casta de los bravos conquistadores extremeños de Indias para re-escribir una nueva épica española. Así hemos vuelto a ver al temerario Cortés desconocedor de retiradas prudentes, al arrogante Pizarro escalar el Sol para ser obedecido por príncipes de luces, al tesón implacable de Núñez de Balboa cambiando naturalezas inamovibles, al resucitado Ayax homérico en la fuerza indomable y ejercitada de García de Paredes, y tantos y tantos otros. Igual que aquellos, no esperan la embestida ni la defensa de enemigo, van por él, lo acometen, lo colocan bajo sus pies y hacen un ejercicio de mando en plaza. Así fue la suerte de aquellos dorados príncipes de Indias, así es el toreo de Miguel Ángel Perera.
Desde que el toro es burlado en el primer intercambio por ese quiebro inesperado y trilero en los medios, donde se creía dominador del espacio, no le queda otro remedio que seguir obediente a esa muleta que le vuelve ciego a su estirpe. Olvidará llamarse toro bravo de muerte para convertirse en fiel seguir de una voz y de un engaño que se mueve lento y seguro, repetido y armonioso, y que le hace girar una y otra vez sobre su propio eje. Giros quebradores de su armazón obligados por una envergadura que le agota en cada empuje. Y como remate, una espada cruel, inexorable, una flecha de acero que viene desde los altos a romper el corazón del animal. Su alta talla lo facilita.
Porque desde que llegó vino a mandar. En el toro, en la plaza, en el escalafón y en el público, y para ello, no escatimó cercanías sangradoras, divisas con lazos de crespones, plazas de juicios crueles, ni rivales con subtítulos de figuras o magisterios.
¡Un depredador de tronos viene de Extremadura!
2014 se rindió a la evidencia de un torero superior a todos en todas partes.
Y nos recuerda que junto a modalidades estilistas y superficialidades vistosas, está el toreo de siempre, el del dominio.
Lo primero: al toro hay que poderle. Después,.. si hay duende,… viene el baile de parejas.
Ese es el toreo de Miguel Ángel Perera.
Miguel Ángel PERERA