Toros en Ávila.
No, no era fácil encontrar un torero en esta provincia digno de ella y de su historia. Alguien que pudiera estar a la altura de esas dos figuras que la hicieron universal colocándola en la cima de la sensibilidad y del sentimiento: Teresa de Ávila y Juan de Yepes (de la Cruz). Una ciudad que no en vano, por la gracia de ese parentesco entre la física y la metafísica en combinación con el milagro de la levitación, distintivo extraterrenal de los dos personajes, ha desafiado las leyes de la gravedad hasta elevar sus bien amontonadas piedras a la mayor altura de la península.
Había que encontrar un torero de la talla histórica creativo-revolucionaria de esos personajes y una ganadería que tuviera como ellos visos de eternidad
El torero creímos encontrarlo, alguien tan diestro, o siniestro, capaz de remedar a nuestra Teresa en aquello de su …”Vivo sin vivir en mí …” ; alguien que podía ser enigma de sí mismo y que se presentaba con una identidad prometedora cuando decía:
“…Prometo ser que no soy
Pero tan alto prometo
Que puedo, si afán me doy,
Ser aquello que prometo ….”
Alguien al que se le pudieran aplicar semejantes gracias (o que lo pareciera) a las que entonaba nuestro San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual, aquellos versos magníficos de “…. Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura …. “. A nuestro elegido bien podía aplicársele una copla semejante:
“…. Su gracia derramó con desmesura,
en otrora este paisaje todo unido,
y, sin más ciencia que su cara dura,
con añadido desparpajo y desatino,
hoy se esparcen roturas,
de inquinas sin destino ….”
tal cual ¿no les parece?. Su nombre: Adolfo Suárez González, natural de Cebreros, El “niño sabio de las Autonomías, y a quien las buenas gentes del lugar, le han hecho una estatua de tamaño natural y a nivel de suelo para evitar que se considere divino.
No se le conocían antecedentes taurinos, aunque sí sus descendientes, al hilo de floreados ganaderos, gustan de lucir amistades de luces, quiebros de becerras y aún de utreros.
De su biografía hay que reconocer en él su desarrollo en pleno y permanente “movimiento” (tal vez hoy podría pasar por un niño-adolescente hiperactivo) porque realizó tan amplio meritoriaje que prácticamente pasó por todas las escalas posibles de identidad evolutiva. Así fue “flecha”, “pelayo”, seguramente de las JONS, habitante del SEU y de la OJE, de AC, “hijo de María”, y hasta del MOPU (de todas las siglas posibles que en ese momento había). Todo este tiempo se los pasó cohabitando entre toros azules, toros serios, de aplomo, vetustos y paquidérmicos, tan escasos de movilidad como longevos de aposento. A su lado pasaron camadas y camaradas a los que dio puerta tras un burladero real de mutua protección. Cuando ya, por real Orden, hubo de tomar la alternativa, pareció que se premiaba más su fidelidad a la ortodoxia que a presuntos disloques juveniles.
Eligió para su presentación la feria de Semana Santa aprovechando que la gente estaba ocupada (o “pa´allá”) entre el Te Deum y el Vía Crucis, así como el perdón y el consentismo que otorga el mandamiento cristiano de: “Amaos los Unos a los Otros” (vigente por esas fechas) para “echarse al monte”, acercarse a ganaderías semi-prohibidas, romper reglamentos y dar la sorpresa al aportar dos cosas revolucionarios a la entonces clásica Tauromaquia que rompieron equilibrios establecidos y estables: la suerte de la Democracia y el lance de la Transición.
La primera consistía en la proposición de un cambio en el reparto del Poder: antes unos pocos mandaban mucho ahora unos muchos siguen mandando bastante. En realidad no cambiaban mucho las cosas pero desde entonces nadie tiene la osadía de no llevarla en su repertorio. El lance de la Transición, algo más difícil de ejecutar también llegó a ponerse de moda por aquella época, Adolfo Suárez lo hacía con un capote que tenía dos tonalidades distintas de azul: se cita al enemigo por el lado oscuro (azul Mahón o azul camisa vieja) y se le da la salida por la otra cara del capote ( azul cielo claro o primaveral). Otros toreros compañeros de la misma promoción llegaban a practicarlo con el mismo virtuosismo con un capote de doble color rojo, citaban por el rojo fuerte (rojo revolución) y daban salida por la vuelta rosa. (Solo era cuestión de cambios de color para ganarse el favor del público)
Hay que reconocer que aunque era artista de escaso repertorio, toreaba fácilmente por ambas manos, a la derecha y a la izquierda, se aliviaba mucho con el pico (un auténtico “pico de oro”) y no cargaba la suerte resultando la lidia poco profunda. Se le achaca el defecto de permitir a los toros que se refugiaran excesivamente en sus querencias de donde era difícil sacarles para llevarles a los medios y rematar la faena; estos toros aquerenciados se hacían fuertes en sus territorios, y en varias ocasiones hubo de renunciar a su lidia y el toro se fue vivo a los corrales o quedaba para que pelearan contra él los subalternos o los compañeros que se acartelaran con él.
En los 8 años que mandó en el escalafón se enseñoreó por las principales plazas entre aclamaciones y algún revolcón (particularmente no se le daban demasiado bien las ganaderías andaluzas), hasta que un toro bravo, negro zaíno, de la ganadería del Duque de Ahumada, de nombre “tejero” le infringió un castigo que prácticamente lo dejó fuera de la circulación.
Su gran faena evidentemente no superada todavía, y por la que pasará a la historia fue el atrevimiento de enfrentarse en solitario a una ganadería tan afamadamente intoreable y con eterna divisa de inmanejable como eran los Toros de Guisando, también enseña de estas tierras. Nunca nadie había ni siquiera soñado que esos toros podía tener movilidad y lidia. Adolfo Suarez él solo, cumpliendo promesas hechas a la Historia, les fue sacando de sus querencias con pases de todas las marcas: estatuarios, de tirón, dejándose ver, por la espalda, etc.., doblarse con ellos y doblegarlos como él lo hizo hasta meterlos en la muleta y llevarles a los medios para en ese terreno pasárselos una y otra vez por delante hasta su dominio y el logro de faenas arriesgadas, dignas y con premios de mito histórico. Nada nunca antes como él. Nadie en la forma tal suave como él lo hizo. Nadie jamás otra vez como él podrá animar y luego domesticar a fieras jurásicas tana reales como él lo consiguió.
Solo por eso:
¡Honor y gloria eterna a Adolfo Suárez!.
Dibujo: Adolfo Suarez y la ganadría de Guisando