Curro hizo de la Algaba su Jordán, se vistió de Juan Evangelista. Anunció con su último paseíllo cabizbajo la venida de Morante y le confesó al oído el secreto sevillano de torear: El toro cuando viene es grito de viento, tu cuerpo y en tu mano están para que salga mecido en aires de suspiros. Morante le respondió: – ¡así se hará Maestro!
Fernando Arrabal le hizo el trono de un Dios para presidir la religión de la nueva estética revolucionaria que aún persigue.
Luego Sevilla, la Sevilla del goce sensorial le proclamó sinpecado de la buena gente andalusí, siempre peregrina de vírgenes y chamanes que le anuncien mundos de belleza y gozo.
Sevilla, también cueva llena de brujas zalameras, le atrapó y se intensificó en él cantándole: “- Morante es …Sevilla”; y Sevilla es …eso …, envoltorio y cartel de Andalucía. Barroco puro, arabesco retorcido y humano en la vida y en la muerte (escorzo tremendista tanto del sufrimiento como del placer). Sevilla no tiene la majestad sultana de Córdoba, pero tiene empaque. Tampoco tiene el pellizco creador y gitano de Cádiz ni su multitud de sangres, pelajes y hablas, pero sí es cosmopolita y se mueve con “grasia” y garbo. No es melancólica, ni mora, ni respira embrujo onírico como Granada pero acuna romanticismos. Sevilla es burladora, trilera y descuidera de los encantos que la rodean para hacerlos suyos y así disimular su origen múltiple y bastardo. Todo lo envuelve en ese rito arabesco y armonioso que es lo barroco. Y a Morante se le pide que toree como siente Sevilla, al son andarín de una saeta que se mece y sueña nostalgias mientras se emociona y llora o suspira.
La afición le ha asignado el papel de Maestro de la Historia ininterrumpida el Arte Taurino. Arte fabricado con el cuerpo, imprevisto, irrepetible, nunca guardado en la memoria de ideogramas fijos, sino en la memoria del deseo. Arte de un cuerpo bello que se hace mayor belleza en el goce del movimiento de sí mismo, goce prohibido al hombre y que Morante resucita, reivindica, personifica y nos invita a revivir. Por eso su toreo es tan cercano a la Verdad de la Esencia Sentida, de la emoción y el sentimiento previo a la palabra. Se percibe o no se percibe, y cuando lo hace, uno se ve en la obligación de transportar esa experiencia sentimental a otro, de publicarla a ese prójimo-próximo compañero que te escucha o que te ve, por esa necesidad que tiene la verdad de hacerse corifeo, pública y apostólica para su confirmación de realidad. Esencia, Verdad y Sentimiento. En esa proximidad está su toreo.
Justamente por eso, porque predica esas dos virtudes: Belleza festera y Verdad gozosa, los antitaurinos le han señalado como “objetivo de persecución y muerte”. No podía ser menos. Su toreo nos despierta aires de libertad y de individualidad, tan rechazadas y prohibidas por las mareas lunáticas esos neo-amaneceres violentos y totalitarios que amenazan por el horizonte.
Y yo le pido a Morante verle más y más veces, más y más momentos de su arte. Porque, ¡mira tú que se ha toreado bien a lo largo de la historia! ¡Bueno pues como él, creo que nadie lo ha hecho tan corporalmente natural, ni yo lo he sentido nunca tan gozoso! Y por eso proclamo y desde aquí me juramento a seguir sus huellas cuando y donde pueda, aún sabiendo el alto porcentaje de “ausencias” que habrá que tolerar, porque como viejo aficionado que soy, ya de escaso y cansado paladar, mi corazón prefiere esperar la penosa experiencia de un fracaso tuyo que el “seguro” éxito de una faena del repertorio vulgar y repetido.
Y con todas esas sobrecargas encima hay quien piensa que tu vida es fácil.
Pocos saben lo que es vivir con el alma enajenada por las demandas de otros, y tener el valor de matarla una y otra vez, o avergonzarla con gestos bizarros para vivirte libre, no-nato, y desde ahí dejar renacer un cuerpo que pide placer por sí mismo. En todo este mundo tan complicado por deseos y manipulaciones ajenas e interesadas, solo un amigo: el toro; no siempre fácil ni cómodo, no siempre a dispuesto a jugar contigo, pero siempre con la nobleza de la verdad de su casta. Y con su nobleza la tuya, si él embiste tú le sublimas; si él reniega de su destino tú te escondes vergonzoso y humillado. Aquí no hay trampa. O sí o no. La mentira,… para otros,
No voy a hablar de tu forma de torear. Quiero ser tan noble como tú, y si intentara hacerlo sé que me faltarían palabras de concepto, me sobrarían adjetivos innecesarios o me pasaría en metáforas aproximativas. No, no voy a intentarlo. Tu toreo es inefable. Está más allá de las palabras. Metido en el cuerpo de los que te han (hemos) visto, y dispuesto a soñarlo, a imitarlo o a narrativizarlo como mito si la vida me da hijos taurófilos.
José Antonio MORANTE DE LA PUEBLA