Ha venido a decir que es de Bilbao. Lo confirma por su nacimiento; en esa libertad que tienen los bilbaínos de nacer donde quieran, él eligió Orduña, o sea el borde de una tierra y de una identidad excluyente y altiva, con un ojo puesto en el monte que le afirma y otro en la meseta que le abre a otros mundos porque quiere llevar su orgullo de vasco a lo universal.
También lo ratifica su toreo, exposición plena de los atributos más típicos y tópicos del pueblo vasco: honrado, noble, no excesivamente pulido, y con el valor como bandera.
Nadie más valiente que él, ese es su lema. Por eso se coloca allí donde vive el peligro; nunca da un paso atrás y desde ese lugar intenta hacer un toreo ortodoxo, de reglas clásicas, de método rígido, alejado de cualquier código de mentiras o ventajas que parece ignorar.
Y además mata por derecho, de poder a poder, de muerte a muerte. No hay ningún brindis a la galería ni a una estética que dulcifique sus encuentros con el toro. Él es así, de hierro frío , o de acero de Llodio, distante al contacto dialogante, a la suavidad tanto de formas como de fondo.
Pudiera ser calificado de arrogante, porque es así, para sí mismo y sus creencias, no siempre fáciles de comunicar ni trasmitir, pero imposible de no reconocer ni de no valorar.
Su forma de ser nos tae el recuerdo de toreros viejos también emparentados con esa tierra como Mazzantini o lejanos a ellas como Frascuelo, matadores aguerridos, nobles y temerarios; orgullosos del Sí-mismo, de la vida, y de su profesión.
Mas por justicia que por simpatía, los públicos se le van entregando, los toros se le van rindiendo y van dejando orejas en sus manos y Puertas Grandes abiertas en las plazas más exigentes, así va escribiendo su biografía.
Hombre con mayúsculas, seguro, valiente, noble, fiable ….. de Bilbao, pues.
Mayo 2015
Iván FANDIÑO