Tal vez no sepas que tu vida la manejan los ángeles.
Primero fue un buen Ángel disfrazado de abuelo el que te enseñó y te llevó por el camino de la curiosidad al mundo de los toros.
Luego apareció otro Ángel vestido de torero triunfador, a quien llamaban José Tomás, el que entregó una oreja como símbolo de “testigo del éxito”, al mismo tiempo que ponía en tu muñeca izquierda el don poderoso del dominio.
Un poco más tarde, el ángel se hacía llamar Antonio Corbacho que llegó para infundirte carácter de héroe.
Hasta que finalmente un coro de ángeles en plena función sinfónica se metió en tu cuerpo y llenó a éste de arte en todas sus vertientes.
Y eso eres tú ahora en cuerpo y alma, un coro de ángeles en expectativa de realización sinfónica constante. Canta, baila, no importa el palo que toques, probablemente siempre saldrá algo de proximidad con lo divino.
Debiste de adivinarlo la primera vez que viniste a Madrid, a ese lugar en el que los ángeles se sienten cómodos porque están a medio camino entre la tierra y el cielo. Allí cantaron a los hombres y pudimos escuchar la Buena Nueva de que en el toreo no todos los movimientos ya habían sido inventados.
Es verdad que a veces se ausentan de ti y que en esos periodos te cuesta encontrarte como torero y como hombre, ahí están tus épocas de silencios grises, de nubes que te ocultan. Pero por obra de milagros inexplicables vuelven a aparecer y sólo necesitan que les des escenarios para que derramen sus luces. No los desafíes, no fuerces voluntades ni entres en peleas terrenales.
Mientras estén dentro de ti, sabes que flotará sobre los ruedos un torero tan poderoso como artista, tan hermoso en el quiebro como firme en el dominio y en el riesgo. Es el “torero del arrebato”. Torero de Ahora y de un mañana muy próximo. ¿Será un torero para después? ¿Para esa memoria sin tiempo? Él mismo no lo sabe porque la porosidad de su identidad, un día pueden salir los ángeles buenos, o llenarse de ángeles malos e irse a tablas. Torero de los de Antes, para triunfar Ahora y quedar en la memoria del Después.
No es malo aceptar esta realidad de enajenación y no dominio de ti mismo, pero pocas cosas mejor puedes hacer. Tan solo poner escenario a esos toreros ajenos que te manejan. No los desafíes, no fuerces voluntades, no entres en peleas terrenales ni en comparaciones o rivalidades de coleguillas. Deja que el cielo haga y deshaga a su antojo, que te muevan al escorzo, al quiebro inesperado, a la deconstrucción creativa de la ortodoxia torera. Entiende que tu personalidad es esa, ser colmena de abejas celestiales, y torea con ella.
Por supuesto que la espada te hará perder muchas tares de gloria …. no puedes pedir a los ángeles que sea matarifes.
Mayo de 2015
Alejandro TALAVANTE