Venido de Madrid y para Madrid, éste recio mocetón de firme voluntad decidió un día ser torero desde sí mismo.
Ajeno a cualquier pinturería que despertara gustos estéticos de capricho sensorial, fue imponiendo su toreo ortodoxo, serio, valiente, mandón y profundo abriéndose camino como novillero con la misma facilidad con la que abrió Puertas Grandes en las Ventas.
Tenía todo favorable para ser torero de Madrid porque traía el valor impávido y agestual que se cuenta de Frascuelo, el dominio de escena de Ortega y sobre todo aquella largueza de las suertes que parecía patrimonio de Dominguín; sus pases a compás abierto, cargando la suerte, exigiendo el total recorrido de cada casta, se iniciaban allí donde terminaban los de Luis Miguel. Torero de Despeñaperros pa’arriba, torero de y para Madrid, torero para el 7.
El 20 de abril de 2014 llevó todo su valor a una portagayola, una suerte que venía de moda esa temporada y él se lo exigió en Madrid para demostrar que ese era su camino y porque quería marcar líneas y territorios de competencia. Pero eligió mal, porque esa tarde era una tarde de sangres negras: la corrida se suspendió al segundo toro con los tres diestros en la enfermería o camino del Hospital.
Apenas abierta la puerta del azar, la muerte le echó un pulso al Dr. García de la Torre hasta temblar las muñecas. Fue tan feroz el envite que al Cordobés – espectador elegido de la plaza por el cincuentenario de su presentación – se le enfrió su risa de brindis y sus dientes se hicieron carámbanos secos de miedo. El órdago lo ganó esta vez Don Máximo, pero la partida aún sigue pendiente. Se salvó el hombre, el torero sigue aún cortejando a la esperanza.
En su pierna los nervios se han vuelto sordos a sus órdenes de movimiento, y de noche aún sueña escenas de impotencia.
¡Maldita tarde de sangres negras!. Tarde de tres toreros al hule y corrida suspendida.
Febrero de 2015
DAVID MORA