Introducción
Es evidente que la Realidad Externa en cualquiera de sus manifestaciones (conductas, acontecimientos, ambiente, objetos, etc…) entra en dinámica permanente con nuestro aparato mental tanto con su parte consciente como con la inconsciente.
En un pequeño trabajo anterior (V. Rodríguez Melón 2009), ya abordamos las relaciones entre Psicoterapia Psicoanalítica y esa Realidad externa. Allí, nos proponíamos subrayar la existencia de situaciones en las que las manifestaciones de esta Realidad eran utilizadas para fenómenos defensivos, y ponerse al servicio de la Resistencia al Proceso Psicoterápico. Ahora vamos a ir en sentido contrario, y ver si los materiales que nos ofrece esa realidad externa, que conocemos habitualmente como objetos inanimados, pueden servir como base y ser aprovechados para nuestro trabajo de “hacer pensamientos emocionales” en la práctica de nuestro quehacer psicoanalítico.
La curiosidad de su estudio, me ha sido devenida de la frecuencia con la que tanto en la clínica como en la vida cotidiana, nuestros objetos inanimados, ese material aparentemente sin vida pero con el que nos manejamos continuamente, parece poder adquirir unas propiedades o funcionamientos que nos sorprenden, no solo por lo inesperados sino también porque van a condicionar nuestras reacciones, conductas o decisiones a tomar.
Hace algún tiempo, y sin centrar la atención particularmente sobre el tema, un paciente me relataba una anécdota particularmente chocante: En un día de verano su esposa y él, planificaban sentados en la terraza de un apartamento, y diseñaban sobre un papel, los posibles itinerarios de un viaje, pensado tiempo atrás y al que se sentían obligados a realizar por una promesa de visita familiar. En ese momento, sus deseos eran dubitativos, contradictorios, los “pros” no pujaban demasiado sobre los “contra”, y aunque no lo explicitaban, pesaban más los inconvenientes que los deseos comprometidos. El tiempo era absolutamente calmo, la altura de la terraza y la hora – media tarde – no propiciaban ambiente ventoso; ni una sola pequeña brisa circulaba en el entorno; y de repente, inopinadamente, el papel en el que escribían los pormenores del proyectado viaje, saltó por los aires y se perdió para siempre. Comentaron el hecho sin darle demasiada importancia y siguieron desarrollando cada uno de ellos su programa de vida habitual. El viaje al final, no se realizó y con seguridad, encontraron “causas razonables” para explicarse el “motivo” de la decisión de no realizarlo. Lo que sí parece evidente es que el papel en su vuelo inesperado puso de manifiesto muy claramente la parte de aquellos pensamientos, justamente la que menos se manifestaba, que anticipó la futura decisión.
Bien, pues de esto es de lo que quisiera escribir, de objetos materiales que de alguna manera conectan y expresan aspectos de nuestra vida mental inconsciente, disociados o escindidos aparentemente de nuestra personalidad, ajenos solo aparentemente al Self, pero insistentemente significativos al mismo. Emparentados sin duda con esas “casualidades aparentes” de nuestra vida diaria que le sirvieron a Freud para descubrir la intencionalidad inconsciente de los “lapsus” y “actos fallidos” (Freud, 1901)
¿Significa esto que los objetos inanimados tienen vida propia? ¿Significa que nuestro contacto con ellos prolonga hacia los mismos parte de nuestra vida mental?
Sobre esto intento pensar. Desde luego nuestros postulados van a estar totalmente alejados de cualquier filosofía animista que les adjudique una vitalidad anímica, así como de cualquier postulado de la Parapsicología y sus leyes que desconozco. No es mi interés discernir sobre si los objetos se mueven –por poner un ejemplo clásico – sino, si sus “movimientos” expresan un producto mental escindido de quien los maneja, es decir si se les puede atribuir algún tipo de intencionalidad.
¿Es posible la interacción entre la mente humana y los objetos inanimados?
1.- Empecemos por la naturaleza del objeto. ¿puede éste tener capacidad de variar su estructura para ser parte de una interacción dinámica?. En una palabra, ¿tiene la misma “plasticidad” que el tejido mental que soporta nuestro aparato psíquico?
Son muy escasos mis conocimientos físicos como para poder argumentar este apartado, pero tenemos que aceptar que no es nueva la idea de “vitalidad anímica” de los objetos inanimados. La intuición de que los objetos que nos rodean tienen capacidad de cambio por sí mismos y sus distintas explicaciones, impregna toda la historia del pensamiento. Ya Demócrito (siglo V antes de C.), pensó no solo que toda la materia era reducida a una unidad indivisible (átomos), sino que todo proceso material resultaba de la colisión entre sí de estas partículas dotadas por sí mismas de movilidad. El pensamiento aristotélico y el cristiano-tomista posterior, retoman la misma idea, que llegan a compartir también las escuelas matemático-astronómicas kleperianas del siglo XVI, hasta el taylorismo del siglo XIX. Frazer (Frazer, FG. 1935) reúne esta idea como la base en la que se fundan la mayor parte de las religiones.
La Física Cuántica ha venido a poner cierto orden a esa historia y presentar un Modelo Teórico explicable que aleje fantasmas misteriosos o mágicos sobre el tema. Nociones muy elementales de ella nos traen hoy un concepto de la realidad, y de los objetos que la conforman, muy distinto de aquél que el pensamiento determinista, dominante en la época freudiana, configuró los modelos teóricos de la relación del hombre con su entorno.
La aparente desobediencia con la que algunos objetos materiales se saltan las aparentemente lógicas Leyes de la Naturaleza y parezcan tener vida propia, no las significa como poseedoras de alma o mente que las dicte, ni que esas Leyes sean erróneas. Se ha producido un cambio de la Física newtoniana a la Física Cuántica, y ésta nos proporciona un nuevo marco para comprender cómo la naturaleza actúa a niveles elementales.
Cada objeto es un conjunto de átomos. Todos los objetos, inanimados o no, están/mos constituidos como un conjunto de partículas elementales (átomos y partículas subatómicas) organizadas como ondas o como corpúsculos, en permanente y cambiante movimiento, que determinan en cada momento su posición y trayectoria sin que su pasado o su futuro puedan determinarse con precisión. La realidad de un objeto aparentemente inanimado es una copa de ondas, de haces de energía cuya magnitud les hace aparecer como una masa, pero que ofrecen múltiples posibilidades de frecuencia con la que presentarse.( HAWKING, S y MLODINOW, L.-2010) Esta variabilidad posible por la inestabilidad de las partículas subatómicas que lo constituyen, les otorga la capacidad de influir y ser influidos por el sujeto que les observa y sobre todo que les utiliza; es decir interactuar de forma dinámica con ese otro sistema que es la mente humana.
2.- Sistema humano de interacción con el entorno. (CODERCH, Joan . 2012)
Bion (Bion, 1966) puso de manifiesto la reversibilidad de los órganos sensoriales que forman la base de nuestro sistema perceptivo; no solo sirven para recibir y trasmitir estímulos desde el exterior, sino que también pueden hacer el recorrido a la inversa, evacuar hacia el entorno situaciones emocionales, en virtud de que nosotros, nuestras células, moléculas, átomos y partículas subatómicas también sufren variaciones que corresponden a nuestras variables psicofísicas.
Y si hay algún órgano sensorial específicamente en contacto con el entorno y los objetos materiales es el tacto, nuestra piel, esa cuyo origen y desarrollo es tan paralelo a nuestro sistema nervioso y a la que tantas veces hemos visto como depositaria de conflictos psicógenos.
Estamos condicionados, pues, a que dos sistemas variables conecten entre sí, el sujeto y los objetos de su entorno, aquél no solo en su capacidad de percibir sino en la de modificar el sistema externo con su contacto.
3.- “fiabilidad” del sistema perceptivo.
La idea de que una causa produce un efecto determinado no goza hoy de la misma “certeza” que antes. El Realismo de la época freudiana, en la que se pensaba en la existencia de un mundo real y externo con propiedades que podían definirse y por ellas extraer una Leyes de comportamiento, ha perdido rigidez.
Hoy la ciencia acepta su limitación en el conocimiento. La Realidad solo es “real” cuando se mide en un momento. No es exactamente previsible. Como también está limitada la capacidad de medir simultáneamente ciertas magnitudes como posición y velocidad de cada partícula. Este es el “Principio de incertidumbre” formulado en 1926 por Werner Heisemberg (recogido por HAWKING, S y MLODINOW, L ) que ha sustituido a la “certeza” del determinismo anterior, y que le hace preguntarse: ¿es el azar un producto de nuestra ignorancia o un derecho de la naturaleza?
A lo anterior hemos de añadir que la observación produce un colapso en la función de onda, y esto determina que se muestre solo alguna de las múltiples posibilidades de frecuencia de onda con las que podría presentarse.
Las propiedades de un hecho que el observador percibe y según el Modelo de interpretación que utilice, limita su percepción. Nuestra percepción está conformada y limitada por la estructura interpretativa de nuestros cerebro-mentes humanos. Cada cerebro forma una imagen o modelo mental que aplica a esa realidad observada. La realidad se ha vuelto subjetiva, depende del individuo y la perspectiva desde la que se la observe.
La realidad, en último término, ya no es solo que sea incognoscible y que solo podemos aproximarnos a través de conocer sus propiedades (Kant) sino que se ha vuelto subjetiva; depende además del individuo y de la perspectiva desde la que se la observe; pero no solo se ha vuelto subjetiva, más exactamente habría que decir que no es ni mi percepción ni la estructura de eso que observo, sino la interacción entre ambos. Es algo más: una realidad interactiva como consecuencia de la intersección de dos sistemas inestables: el sistema humano y el sistema de los materiales que nos rodean.
Proceso de interacción mente-objeto inanimado.
Lo que intentamos describir evidentemente no es nada nuevo. La posibilidad de pensar solamente con objetos o la representación mental de ellos (imagen o palabra) existe desde siempre como forma primitiva de pensar. A esta modalidad pertenecen algunas de las escrituras antiguas en forma de jeroglíficos, y aún hoy se pueden expresar pensamientos utilizando combinaciones de objetos o de sus representaciones. También hay que recordar cómo las primeras palabras que se le ofrecen a un niño al que se quiere instruir en el pensamiento hablado, son estas presentaciones y denominaciones de objetos reales a los que liga un estado emocional. Hay que recordar a algunos pacientes psicóticos, con su pensamiento concreto, lo cerca que están en el manejo de estos signos como único vestigio de un aparato de pensamientos desestructurado.
En nuestro trabajo de Psicoanálisis de niños, ya estamos acostumbrados a entender en el Juego, cómo el manejo de objetos tiene una clara intencionalidad expresiva y comunicativa del mundo de la fantasía.
Se nos impone entonces la idea de que en el hombre existe una posibilidad innata de construir y expresar pensamientos utilizando estos objetos de la Realidad externa.
Tendríamos que resolver de esta manera algunas incógnitas que se nos presentan de inmediato:
A.- ¿pueden los objetos inanimados ser utilizados como bases muy arcaicas? Tal vez como elementos β para una posterior complejización y constituir la base de un pensamiento.
B.- ¿pueden los objetos inanimados que habitualmente manejamos ser influenciables por nuestro aparato psíquico de tal modo que se logre cambiar alguna de sus características secundarias?
C.- Estos objetos ligeramente modificados en sus características o en su funcionamiento, ¿podrían ser usados para crear un pensamiento nuevo, emocional?
Encuentro dos vías hipotéticas posibles y seguramente complementarias para aproximarnos a esta cuestión.
Una forma posible de pensar es considerarlos como formando una parte más, posible, de nuestra personalidad, en el sentido de atribuirles a ellos una forma de pensar, muy simple y arcaica, en la que esos objetos aparentemente “reales y autónomos” conforman solamente un Signo.
C.S. PEIRCE, En sus “Estudios de Semiótica” (Ferrater Mora, 1986) sobre la involucración de los signos en el pensamiento, entiende la existencia de un proceso que se desarrolla en la mente del intérprete; que se inicia con la percepción del signo y finaliza con la presencia en su mente del objeto (representación) del signo. Diferencia y define los conceptos de
a).- Signo, .como “algo que está por algo y para alguien”,
b).- Fundamento.- la parte del objeto donde se origina el signo
c).- Interpretante.- como el efecto que provoca en la mente de una persona, siendo nuestro modo de proceder la observación, registro, agrupación y conexiones de estos signos perceptivos para formular nuestras hipótesis.
Desde este punto de vista cualquier objeto, y tanto más si es algo familiar y habitual a nosotros, o si se ha producido en él alguna variación, es un signo posible a realizar un trabajo mental con él.
Bion (Elementos de Psicoanálisis, 1966.- cap. IX pag. 62-63), habla de que para pensar hay que recurrir a los signos (por eso probablemente escribir es antes que hablar) y añade “…. los objetos están siendo usados como signos para hacer posible el pensar sobre objetos que no están presentes…” Posteriormente, (Capítulo X, pag, 67) va a ser incluso más claro al señalar: “… describí la conducta destinada a desarrollar el pensamiento mediante la interacción PS ß à D y objetos de la realidad externa que son considerados como elementos beta….. He descrito este desarrollo como parte del desarrollo de la capacidad para el pensamiento, la manipulación de los elementos β por el mecanismo PSß àD puede ser también considerada como un estadio en el desarrollo de la conciencia de sí – mismo; porque se siente que los elementos contienen una parte de la personalidad en su composición .…. “
Concretamos que no es el objeto en su ¿esencia real?, lo que puede ser base de un pensamiento, sino en la medida que es investido por aspectos de la personalidad del paciente. El objeto a) unas veces cambia de función (varios compañeros tenemos la experiencia de haber escuchado las variaciones que suelen ocurrir en los relojes de pulsera de algunos pacientes con importantes cuadros Depresivos, de ritmo más lento durante la mañana y que se va incrementando a lo largo del día, paralelamente a la oscilación de su estado de ánimo), o b) o cambia su ubicación – presencia, ausencia o situación no habitual,- o c) lo que se modifica es la representación del mismo, al modificarse alguna de sus variaciones físico-químicas posibles.
Por supuesto que estamos aún muy lejos de aproximarnos al mecanismo por el cual un objeto inanimado puede ser depositario de aspectos emocionales nuestros. No nos queda otra posibilidad que la de ampliar el concepto de Identificación Proyectiva, pensando que a través de ella se puede lanzar tal carga de emoción a lo que nos rodea y que esta emoción puesta en contacto – directo o no – con un objeto exterior, modifique de alguna manera cambios en éste; por supuesto no vamos más allá de cambios en sus estructuras más superficiales, aunque posibles de alterar una función.
Tendríamos que pensar en una fórmula semejante a la de la formación del pensamiento en el niño:
Niño + evacuación de un contenido = elemento β (♂) à a través de una I. P. impacta en à el ap., psíquico de la madre, poseedora de una capacidad de ♀ (recogida, trasformación en elemento α) à devolución al niño de: elemento β alfabetizado + sistema ♀♂ + función transformadora + nivel de ansiedad tolerable à Introyeción en el ap. psíquico del niño de una Representación-cambio. (Llamo así no solo al cambio de la representación intolerable que fue evacuada, sino a la posibilidad de tener el niño, dentro de sí un sistema ♀♂ apto para producir cambios en otras áreas.
Paralelamente podríamos pensar en un proceso semejante con ese mundo inorgánico: Un Objeto Inanimado, objeto inerte u objeto insignificante, (O.i.) recibe la carga emocional del usuario àla carga emocional altera molecular o electrónicamente parte de su superficie à Objeto i. Variado àapto ya, por su variación, como objeto a percibir dentro de un campo perceptivo. (O.I.V. elemento pre- β) que aún solo es expectativa de ser percibido à un ap. Psíquico se deja impactar por esa variación à ya se ha convertido en un auténtico elemento β, que podrá alfabetizarse o no, servir o no a un pensamiento, según la capacidad y habilidad de ese ap. Psíquico, y posteriormente una posible comunicación hipotética útil a la tarea analítica.
La otra vía complementaria nos lleva a considerar la existencia de un amplio espectro en las formas de hacer pensamientos, que van desde situaciones muy arcaicas a otras mucho más evolucionadas, desde una total des-mentalización, (niveles 1 y 2) pasando por formas de mentalización progresiva (3-4) hasta el último y más elevado nivel (5-6); Curiosamente estos niveles coinciden paralelamente con distintas y progresivas formas de la ubicación del aparato pensante, desde fuera del Self (nivel 1), dentro del Self pero fuera del Yo (2,3), en un espacio intermedio (4) y finalmente reconocidos como productos mentales propios (5-6). En ese espectro, podríamos ir señalando un orden genético (tomo aquí este concepto de la idea de la Tabla de Bion (1966) en su eje vertical para denominar una secuencia progresiva en la construcción de pensamientos). (7)
Nivel 1.- Este primer estadío estaría constituido por el conjunto de objetos externos que habitualmente nos rodean; y que de forma aparentemente autónoma, repentina y físicamente no explicable, presentan una variación de su funcionamiento o de alguna de sus características secundarias. Evidentemente no pasan de ser la base de un proceso mental posterior y más complejo; este es el mundo de los Objetos Inanimados y que eufemísticamente lo vamos a denominar “pensamiento inorgánico”.
En esta primera fase el objeto simplemente está ahí, sin discurso, sin producir ningún tipo de sobresalto en el sujeto, y sin ligazón posible a través de asociaciones que le permitan su integración y sentido con el resto de su pensar.
Constituyen un Signo pasivo, posible o no de ser “capturado” por un aparato mental (al principio de otro sujeto) que lo registre como un estímulo sensorial de suficiente interés emocional (curiosidad, sorpresa,) y le despierte la intencionalidad suficiente como para proponerlo para una elaboración más compleja. Están fuera del Yo, y del sujeto.
Nivel 2.- En un segundo lugar, más evolucionado que el anterior: podríamos colocar aquellas variaciones del funcionamiento fisiológico de nuestro cuerpo que constituyen el amplio mundo de los desórdenes psicosomáticos o de elementos sensoriales aislados. del Yo, aunque dentro del Self. Esto es lo que podríamos denominar “pensamiento orgánico”.
Impactan por sí mismos el aparato mental del sujeto por la alteración del equilibrio homeostático que impone, llegando a ese vasto mundo de los afectos displacenteros y buscan un sistema de descarga a través de las funciones fisiológicas del sujeto evitando su significación y su mentalización. Están dentro del sujeto pero fuera del aparato psíquico
Nivel 3.- Un escalón más evolucionado, sería el constituido por el “pensamiento en acción”, que englobaría todo tipo de descargas motoras más o menos significativas, más o menos intencionadas y más o menos complejas, siempre repetitivas, y escasamente dotadas de elaboración mental previa. Ocuparían desde los simples actos fallidos señalados por Freud a los más complejos actings out, incluyendo desde luego todo el conjunto de Conductas y Comportamientos que forman el núcleo de los trastornos de carácter, de las personalidades de acción y de las neurosis de comportamiento.
Estas actuaciones, formarían parte “…. de una acción que llevan al otro a forzar una acción recíproca y que pueden servir al discurso analítico a través de su significado…..Es el mundo de los enactment dentro de la situación analítica (Carlos Alberto de Paz (2007), entendidos como acciones. Una idea ampliada por Sapisochin (2007) con el concepto de … “Escucha (analítica) para el acto, partiendo de lo menos elaborado, lo no pensado verbalmente que tiende a la representación por medio del acto psíquico (El Agieren freudiano) …..”. Acompañando estas conductas podríamos observar la existencia de cambios en los objetos inanimados, que ya podríamos usar para fabricar hipótesis significativas al atribuirles una posible intencionalidad por nuestro aparato mental.
Y dentro de este apartado tendríamos que colocar una dimensión del “pensamiento operatorio”, entendiendo éste como la capacidad del aparato mental para quedarse adherido al mundo externo –a esa realidad que parece mostrarse invasiva y acaparadora de toda la sensorialidad – a base de describir los componentes de ésta para compensar una pérdida traumática o una incapacidad evolutiva de que su función de mentalización alcance esferas inconscientes, emocionales, afectivas o fantásticas. Se trataría de una acción dirigida y controlada hacia la descripción no significada de elementos de la realidad
Nivel 4.- A ese campo le seguiría el uso del otro para hacer pensamientos, “el pensamiento enajenado”, expresando como tal la necesidad de transferir en el otro aspectos del Yo no asimilables directamente por éste. Es el concepto de la Transferencia Total (Joseph, B 1985, y Korman, V. 2012), en la que la personalidad total del individuo se transfiere de forma inconsciente a las personas de su proximidad en interacciones con la capacidad de producir procesos psíquicos en esos otros.
Nivel 5.- Un paso más concreto del nivel anterior, también inconsciente y circunscrito a las normas del Encuadre analítico, nos encontramos hablando del “Pensamiento Transferencial”, entendido como conjunto de comportamientos significativos verbales y no verbales, en un interjuego con el analista de aspectos relacionales repetidos con la intencionalidad de recordar parámetros de Espacio-Tiempo-Afectos-Personajes que no debieran de corresponder a la realidad presente y que siguen genuinamente las líneas de la Identificación proyectiva y del par Transferencia-Contratransferencia de la Situación Analítica.
Nivel 6.- Ya de manera más próxima a lo psíquico, nos encontramos con el pensamiento simbólico de las imágenes de los sueños. “El Pensamiento onírico”, de nuestro mundo de sueños, ensoñaciones y fantasías conscientes, dirigido a mostrar al Yo – directamente o con la ayuda de otro – aspectos de su Realidad Interna, de modular la ansiedad y posiblemente de modificar registros de experiencias penosas, hasta hacerlos tolerables y compatibles con el descanso necesario. (en este mismo nivel pienso que deberían ir colocados tanto la simbolización inconsciente como la ecuación simbólica de Segal, como otros exponentes del pensamiento mágico de los mitos-sueños)
Y Nivel 7.- Que sería la forma precursora y precedente de nuestro pensamiento verbal adulto. “El pensamiento Lógico Consciente, que utiliza la palabra para seguirla de una acción que tiene la intencionalidad de una realización, en/y adaptada a la realidad externa de contenidos elaborados en su realidad interna.
Queremos subrayar que estos niveles señalados no corresponden a ninguna categoría metapsicológica ni epistemofílica, sólo son valorables en su utilidad dentro de la Situación y para el Proceso psicoanalíticos.
Estos estadíos o niveles, representan así la posible y progresiva utilización de diferentes signos, de distintos niveles de simbolización, posibles de actuar simultáneamente, y en diversas expectativas de ser reconocidos e integrados en el aparato psíquico para influir sobre nuestra vida consciente y lógica.
En este sentido puedo añadir una viñeta clínica comentada por un colega con uno de sus pacientes. En una sesión hablaba – al parecer de forma inocente – del no funcionamiento de sus útiles de trabajo agrícola. A lo largo de ella, mi colega comenzó a sentirse progresivamente mal, con disnea, sensación de ahogo y de hinchazón en mucosas orales, lo que le hizo alarmarse pensando en una reacción alérgica o anafiláctica. Suspendió por un momento la sesión, (llevada cara a cara), fue al servicio a tranquilizarse y cuando las molestias disminuyeron, retornó a su lugar de trabajo para retomar la sesión. Esta reacción, evidentemente contratransferencial ni pudo contenerla ni menos significarla. Los mensajes enviados por el paciente, correspondientes a su situación interna no pudieron ser contenidos ni elaborados por los objetos internos del analista. Éste, no pudo hacer una “escucha analítica” de ellos que traducían unos contenidos que debían de ser terribles, con lo que el paciente tuvo que recurrir a proyectarlos por la vía de la Identificación Proyectiva en mi colega donde tampoco encontraron una mentalización y terminaron actuando en su parte somática. Curiosamente, el paciente un cierto tiempo después, llegó a hablar de pensamientos y deseos de parricidio vividos muy crudamente, sin atisbos de simbolización.
Los objetos inanimados no son siempre una alternativa a los objetos internos del analista – que pueden serlo – sino una forma más de evacuación necesaria cuando la contención simbólica o relacional no son suficientes.
Nuestro trabajo analítico consiste en hacer observaciones y registros, es decir percepciones, de aquello que sobrellevan nuestros analizandos. Observamos cada Yo y su circunstancia (parodiando a Ortega y Gasset), en eso consiste la “Escucha Analítica”. En ese campo paciente/analista, surgen fenómenos de todo tipo que están más allá de la palabra, uno de los cuales lo constituyen los cambios inopinados de los objetos que nos rodean, Fenómenos cuya percepción sensorial sentimos que nos empuja nuestra capacidad de Rêverie, a conjugar las percepciones de ese mundo insólito, para agruparlas en algún conjunto que sea más o menos coherente y formular hipótesis que luego serán o no validadas. Fenómenos cuya figurabilidad, que ya nos viene impuesta por el objeto mismo, parece tan vacía de intencionalidad, de emocionalidad o de significado que el hecho perceptivo aislado, sin más, no constituye un “hecho analítico”. A él hay que rodearle de otras cosas para que entre en el aparato psíquico porque por sí mismo no llega ni siquiera a la cualidad de un elemento β, al que se exige como mínimo la capacidad de impactar el aparato mental.
Tenemos que reconocer que en el marco del análisis se crean unas condiciones extraordinarias para que surja un dinámica que movilice todos los recursos y capacidades posibles para la liberación y contención de elementos emocionales. Y que al aparato psíquico le corresponda tanto la tarea de crear Signos (“Contenidos”= ♂) en el sentido de elementos al servicio de portar emociones, como la de facilitar un “Continente” (♀) a los mismos, sabiendo que va a ser la posibilidad de dar sentido a esos signos – es decir Interpretar – la mejor o más específica forma hacer esa Contención.
Reconocemos la dificultad de que este tipo de objetos-estímulos, ubicados fuera del “reino de lo psíquico”, poblando la realidad externa, biológicamente inanimado y con existencia independiente de nosotros, es difícil que sea pensado, aceptado e integrado como un producto mental. Y también es verdad que cuando estos objetos inanimados, puedan y vayan a ser entendidos formando una parte de un pensamiento, suele haber detrás de ellos un conflicto complejo, multideterminado, como si dicho objeto hubiera sido una especie de núcleo de un imán que atrajera sobre él, por condensación, una serie de “hechos analíticos” que son así extrayectados fuera del self, y totalmente escindidos – y negados – por la personalidad.
Porque una de las características y “ventajas” de este Pensamiento Inorgánico, ventaja que goza casi en común con el pensar onírico, es la de: Poder expresar emociones o pensamientos no tolerables por su censura, que queda totalmente alejada y disfrazada tanto del Ideal del Yo, como de su mismidad emocional y además con la característica de ajenidad que tiene un objeto inanimado.
Su objetivo es la mayor parte de las veces, proteger o salvaguardar el ideal o el refugio narcisista del paciente, eliminando la parte que le desagrada.
Ejemplo Clínico.- Se trata de una paciente cuya dinámica clínica podría englobarse en un Trastorno del Tipo de Narcisismo maligno (Rosenfeld, H.A. 1964). El tratamiento se ha caracterizado por los ataques reiterados al análisis desde las más diversas posiciones, que alterna con otros, más breves, de intentos de reparación más dirigidos a recomponer su imagen narcisista que a la de la situación analítica.
En una sesión hace un comentario sobre unas uñas postizas que le han puesto y de las que duda de su utilidad. Aunque luego el material y mis intervenciones siguieron por otros derroteros, evidentemente signifiqué sus uñas como sus deseos de ataque desgarrador al análisis y al analista en la medida que no le facilitaban la imagen que ella deseaba mantener de sí misma, ni actuar sin pensar en la intencionalidad destructiva hacia el otro que marcaban casi todas sus actuaciones.
En la sesión siguiente comenta nada más empezar.: – ¿Sabe? Se me han roto y caído las uñas esta noche. Y yo no he hecho nada por ello. Seguramente eran de mala calidad.
Parece obvio que las uñas postizas y su destrozo posterior constituían un material analítico al que se pudo dar un significado desde la historia de la paciente. Así, la rotura de las uñas lo mismo podría ser la expresión de la “ejecución” consumada de su ataque al tratamiento, como la expresión del deseo de reparación del mismo eliminando un instrumento de esa agresividad.
Queremos aquí mostrar este acontecimiento no solo como “actuación inconsciente e intencionada” de la personalidad, sino subrayar dos hechos.
El primero, las uñas eran postizas; aunque en contacto con el cuerpo no pertenecían exactamente a éste. Gozan pues de la categoría de mundo externo. Y por otro lado la situación era difícil de elaborar por los sentimientos y pensamientos contradictorios que se despertaban en la transferencia: su necesidad de dependencia y la hostilidad que ésta despertaba a su Idealización narcisista.
El objeto externo, se “ofrece” por decirlo así a “contener” y a mostrar la imposibilidad de integrar la ambivalencia de sentimientos que en su contradicción eran manejados de forma alternativa. Esa era la tarea más difícil para el proceso analítico, la integración de esa escisión, la negación de la dependencia, y la pérdida de la omnipotencia que constituían la base de su difusa identidad.
Condiciones para que un objeto inanimado sea de interés psicoanalítico
La interacción del hombre y su ambiente es tan intensa, permanente y masiva que nadie puede hoy considerar al ser humano fuera del ambiente que le rodea.
Pero también hay que hacer una consideración especial al hombre de hoy y del futuro. El animal humano para su desarrollo psicoemocional necesita de otro/s aparatos mentales que lo contengan e interaccionen con él. En su desarrollo desde niño, ha ido creciendo en el seno de un grupo familiar, más o menos extenso que le proporcionaba esos otros aparatos mentales necesarios al desarrollo. La revolución tecnológica y particularmente la revolución informática han traído cambios importantes en los “métodos del desarrollo humano”. El grupo familiar de hoy, es bastante distinto del de ayer. La familia de hoy está muy alejada de la familia de nuestros padres o abuelos, los niños, adolescentes y jóvenes de hoy, ni han tenido ni van a tener a su disposición aquel amplio espectro de personas con las que hacer experiencias emocionales que tuvimos nosotros o nuestros padres. El niño de hoy se desarrolla más en contacto con instituciones que le aportan compañeros cambiantes y sobre todo con aparatos, objetos, para su desarrollo y aprendizaje. Las comunicaciones, el estudio, el trabajo siguen hoy las vías electrónicas en vez de las vías del contacto y de la palabra. Juegan con juguetes electrónicos, se comunican por sistemas como el WhatsApp, establecen amigos desconocidos de imagen a través de las redes sociales, se crean realidades virtuales, acceden al conocimiento y a la información a través de ordenadores, con ellos van a trabajar, etc. etc., la familiaridad con la que tratan estos aparatos no es menor que nuestras típicas relaciones de apego; la pérdida de uno de ellos puede registrarse verdaderamente como una castración simbólica.
De forma paradójica el hombre, en su constitución biológica no evoluciona tan rápido y partes de él, específicamente aquellas que tienen que ver con el mundo emocional y afectivo, siguen necesitando de su expresión, contención, y re asimilación. Él, por naturaleza e inteligencia, es un animal de adaptación, no le queda otra salida que el uso de sus recursos habituales para dar una mínima satisfacción a ese fondo psicoemocional, así que se verá obligado a utilizar, en la medida de lo posible y desde luego muy limitada, este mundo de aparatos que le rodean y a cuyo uso está tan firmemente acostumbrado.
Vamos a descartar por ahora, como objeto inanimado de interés psicoanalítico, aquellos acontecimientos que ocurren a su alrededor, no ligados al contacto habitual de los pacientes, y que a veces utilizamos como metáforas para construir una interpretación o para un mayor impacto de la misma. Pongo por ejemplo cuando una avería de su caldera de calefacción o de su sistema de electricidad, puede hacer saltar por los aires su domicilio, y nos referimos a esta situación para hacer un señalamiento de la turbulencia emocional por la que está pasando. Eso queda fuera de nuestro interés no es más que un artefacto de la técnica.
Tal vez no sean exigibles unas condiciones específicas para que cualquier objeto que nos rodea pueda servir como continente a aspectos disociados del Yo, pero dentro de las condiciones para este uso e interacción, podríamos señalar como requisitos facilitadores:
1.- Para que un objeto pueda ser cambiado lo suficiente y se transforme en un estímulo de iniciación de pensamiento, deducimos que aquellos que tengan menos masa energética, es decir sean menos compactos y puedan modificar algún aspecto estructural (menor tamaño, menor peso, probables cambios de temperatura, etc..), estarían mejor adaptables a este uso.
2.- Que haya un cierto grado de Familiaridad entre sujeto y objeto. Estamos convencidos de que para que haya esta posibilidad de influencia, el objeto tiene que ser relativamente familiar, o al menos habitual en su uso. Haría falta una cierta “repetición” de contactos para que este intercambio fuera posible.
3.- Presuponemos que si el sujeto que maneja ese o esos objetos, está pasando por Situaciones emocionales conflictivas, de difícil elaboración y por tanto propicias a una extrayección o proyección (1) que aleje alguna parte del problema fuera del Self, va a procurar una mayor facilitación al uso “intencional” de ellos.
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(1).- Utilizo este término que me parece más adecuado para esta descripción, acuñado por E. Weiss, “Proyección, extrayección y objetivación” Revista de psicoanálisis argentino, Vol.V (4).- 1948.- La Extrayección correspondería al mecanismo de identificación proyectiva tal como lo describió M. Klein, de colocar fuera partes del Yo, como parte de la dinámica del amor narcisista, y la Objetivación, cuando en un objeto real, el sujeto encuentra rasgos que le parecen propios. No creemos posible aplicar el concepto de Id. Proyectiva en sentido kleiniano ni bioniano, porque en ambos la proyección va dirigida a un objeto del que se esperan reacciones: control o elaboración-devolución. Aquí se trata de una depositación exterior sin otro objetivo.
Según María Moliner (Diccionario del uso del español,- Ed. Gredos), la Objetivación, consistiría en hacer objetivos (de objetos) contenidos mentales (de ideas o sentimientos). .-
4.-Una diferencia importante para distinguirlos algunos de los casos utilizados por Freud en su apartado de “Actos Fallidos”, es la de que estos objetos no son la consecuencia de un manejo directo por el sujeto en el momento que se convierten en signos de posible significado posterior, su alteración es previa a ese uso. (aunque evidentemente hayan sido utilizados anteriormente para ser investidos de “materia emocional”)
Desde luego estos objetos no son equiparables ni a los “objetos sensación” u “objetos duros” de Tustin, (Tustin, F. 1972) objetos estáticos a los que se adhiere el Yo en virtud de las sensaciones a que dan lugar. El Objeto inanimado del que estamos hablando se caracteriza por su función, no por sus sensaciones.
Ni tampoco al Objeto Transicional de Winnicott (Winnicott,1971). Éste está al servicio de hacer un tránsito de un lugar a otro, facilita un cambio evolutivo y en su creación participa activamente el sujeto, condiciones que no se dan en el objeto inanimado. Aunque sí participa en lo que Winnicott llama “relación de uso” (Winnicott,1989) ya que hay una acción de colocar el objeto fuera de la zona del control omnipotente y percibirlo como un objeto del exterior”,
No veo mejor manera para mostrar la importancia e interés de estos objetos que añadir algún ejemplo clínico más.
Ejemplos clínicos
Caso nº 1.- “una situación embarazosa”
Se trata de una pareja en tratamiento de Psicoterapia, y que tiene muchas dificultades para hacer una relación Continente-contenido ante cualquier frustración.
Durante un fin de semana habían planeado un viaje de placer juntos, al que luego por diferencia de criterios tuvieron que renunciar. Aunque trataron de elaborarlo y aceptarlo, la situación de desacuerdo y renuncia terminó en una fuerte discusión entre ellos, donde abundaron los reproches mutuos y el ataque al vínculo de la pareja, que al final decidieron irse a cada uno por su lado buscando una satisfacción compensatoria a la primera renuncia.
Probablemente arrepentidos de su destructividad, ninguno de ellos viajó y, después de realizar varias tareas, volvieron para la casa en un intento –creo – de reparar lo destruido y reafirmar el vínculo con algo común: el hogar.
El esposo llegó antes, se encerró en una habitación y comenzó a visionar un determinado material en su ordenador, actividad que su esposa rechaza con enorme violencia. Al cabo de cierto tiempo, oye ruidos en la puerta, se da cuenta que es la esposa intentando abrirla y tiene que irse hasta la puerta para eliminar el sistema de alarma y seguridad que había puesto.
La esposa probablemente había hecho la misma reflexión y tomado la misma actividad reparatoria.
Él, intentó cerrar el programa que estaba viendo en el ordenador, pero éste no obedecía al teclado. Pocas semanas antes había cambiado cierto sistema y ahora funcionaba con más lentitud. Cuando llego a abrir la puerta a su esposa ésta ya estaba enfadada por la tardanza y sospechando la actividad del esposo entró en el despacho de éste donde aún pudo observar restos del programa que no había desaparecido de la pantalla. Retornó la pelea entre ambos que terminó en una reestructuración de la pareja, pero bajo el mismo estilo de siempre. El esposo, hubo de someterse culpabilizado, a la esposa acusadora y portadora de otro sistema de “valores”.
También aquí esta “actuación del objeto” se puso al servicio de una Compulsión a la Repetición. La pareja, vivía repetidamente amenazada como fuente y foco de agresiones, en permanentes estados de inestabilidad y reajustes a expensas de la castración-sometimiento del varón. Esta solución, negada, era también la solución neurótica individual del marido a su conflicto personal: El deseo de formar parte de una pareja adulta y el temor – casi pánico – a ejercer funcionamientos viriles y de autoridad.
Si distingo este caso de uno “acto fallido” freudiano (próximo a los que él califica como “Torpezas de actos de término erróneo”), lo hago porque no fue una torpeza del sujeto en la manipulación del objeto (ordenador), sino el funcionamiento anómalo previo del mismo, lo que condicionó el desenlace de la anécdota, subrayando una vez más lo que el marido quería negar, su sometimiento pasivo y culpable.
Caso nº 2.- “salvada por la campana”
Nos ofrece una curiosidad particular, el objeto inanimado aparece ¡en conexión con la historia de un sueño! También extraño y aparentemente desligado de la vida activa del paciente: un teléfono-despertador inutilizado en la actualidad, y que aparece funcionando para cumplir una determinada misión ¿de una defensa inconsciente?.
En un momento de la noche, la paciente sueña… que se encuentra ante mí muy desvalida, incómoda, con una especie de albornoz al revés (que luego identifica como esas batas que ponen en los hospitales y que dejan descubierta la parte posterior). Yo me doy la vuelta y me coloco por detrás, y en ese momento, suena –en lo real -la alarma de un teléfono antiguo que no funcionaba, que le hace despertar y al que tiene que desarmar – porque no tiene tarjeta – para silenciarlo
La situación del sueño era particularmente angustiosa para ella, aparece totalmente desprovista de defensas frente a mí y yo me cambio para colocarme a su espalda y observar su parte posterior. Tengo que decir que se trata de una paciente con fuertes fijaciones libidinales anales, escasamente sublimadas, y para ella muy vergonzosas de reconocer.
El sueño, si hubiera podido prolongar “su historia”, probablemente habría terminado en el pánico de una Pesadilla Nocturna. Sus significaciones más literales (separación de mí, descenso del telón represivo y exhibicionismo de lo referente a lo anal), difícilmente hubieran podido ser soportadas por su conciencia. Gracias a ese objeto inanimado que la sacó del nivel de conciencia donde «manda» el inconsciente, pudo yugular la angustia que se aproximaba.
Caso nº 3.- “el caso del tornillo perdido”
La paciente había encontrado en la sala de espera un tornillo en el suelo, que en tono jocoso y entre sonrisas me devuelve y comenta … – debería de haber comprobado si era de mi talla -, para luego entregármelo y añadir: –mejor déselo a otro…..
Fue un gracioso y aparente “Acting in”.
La sesión continuó y ella comentó que se había fijado en unos letreros colocados en las ventanas del inmueble donde tengo mi despacho, anunciando la venta de un piso, y que le entró el temor a que yo pudiera irme y abandonarla.
En general, toda la sesión giró sobre el tema de su dependencia y de la relación parasitaria que hacía con varios objetos a la vez. Particularmente intensa conmigo y las limitaciones que esto condicionaba.
Sin embargo, todo este material no me parecía un auténtico insight, y así se lo comuniqué a mi paciente, interpretándole que con esta elaboración de una conciencia crítica sobre sí misma aparentemente exitosa a nivel intelectual sobre su parasitismo, ocultaba la dificultad que tenía para hacer una experiencia emocional de separarse de mí, a la que ella añadió después de corroborar mi interpretación:
- sería enloquecedor
- como perder un tornillo – añadí yo.
Elaboración psicoanalítica y futuro de estos objetos inanimados
No parece impertinente añadir a esta exposición sobre los objetos inanimados el qué hacer con ellos en la práctica psicoanalítica.
Evidentemente todos ellos son siempre secundarios a una defensa de negación y escisión de su integración en la personalidad, ya que representan la parte más repudiada por el Yo. Su objetivo es por lo tanto la integración de esas partes del Self, y para ello siguen siendo la interpretación y la elaboración los instrumentos que podemos manejar. Es evidente también que para este trabajo analítico tienen que dejar de ser un signo no significado ni ajeno para poder entrar en el juego dramatizado de la relación psicoanalítica. Las dificultades para ello van a estar tanto en su escasa carga de simbolización unas veces como en la ajenidad con la que aparentemente se presentan en el material de la sesión, cualidades ambas con las que habitualmente nos identificamos en el trabajo analítico. En este sentido nos viene muy bien los conceptos de Transferencia Total que proponen B. Joseph (1985), V. Korman (1913), y particularmente las ideas del par Transferencia-Contratransferencia de Racker (1953) recogidas luego por Etchegoyen (1986), cuando habla de la transferencia de partes del Yo fuera de él, que afecta tanto a las partes rechazadas – que irían a parar a los objetos de la realidad externa -, como a las instancias rechazantes – que irían a parar a la mente del analista a expensas de una IP – posible de “empujarnos” a seguir sintiendo como ajenas las partes rechazadas. De ahí la dificultad de que nuestra Escucha Analítica tenga en cuenta lo que ocurre con estos objetos cuando aparecen en el discurso analítico.
Para su “integración técnica” pensamos que lo indicado es lo que apunta Meltzer en casos semejantes (Meltzer 1995) de tratarlos como si fuera material de un sueño y darles un significado de imágenes oníricas de intencionalidad transferencial, formando parte de esa fase de La Recolección de la Transferencia del Proceso analítico.(Meltzer 1996)
Con todo ello el futuro de la significación de estos Objetos inanimados para el Proceso Psicoanalítico, parecería estar condenado a su desaparición progresiva, tanto de lo proyectado como de la escisión que representan, por el aumento de la capacidad simbólica del analizado que se presume irá adquiriendo a lo largo del proceso, así como de la utilización de la palabra para vehiculizar sus conflictos en dramatizaciones menos escindidas.
Historias clínicas:
No puedo finalizar este trabajo, sin hacer referencia y recuerdo a 2 historias clínicas, a 2 procesos psicoanalíticos cuya evolución estuvo marcada por la variabilidad de los objetos inanimados con los que estaban en contacto, variables que sirvieron además como parámetros para marcar la evaluación de los mismos.
Caso A.–
Luisa, mujer de 45 años, acude a mi consulta por indicación de su médico-cirujano que le aconsejó una complementación de Psicoterapia en su proceso de convalecencia después de haber sufrido la extirpación quirúrgica – mastectomía total – de un tumor maligno mamario, que había encarado de forma adecuada y realista, y soportado aceptablemente las dificultades del posterior proceso de radio y quimioterapia.
Cuando Luisa acude a mi consulta, es una mujer de mediana edad, desenvuelta, decidida, con una idea no muy clara pero sí una actitud muy firme de que algo había en ella que cambiar. Tiene unos rasgos faciales duros, y ciertos gestos y movimientos me sugieren la idea de estar contaminados de masculinidad, que desaparecen cuando ella se sonríe en cuyo momento se abre toda una muestra de dulzura femenina.
A pesar de su consciente “buena voluntad” para el tratamiento no era muy clara su actitud en la relación analítica, manteniendo una cierta reticencia a contar aspectos de su vida, rechazo a la regla de la asociación libre y un deseo de control del proceso “exigiendo” de inicio un Encuadre muy limitado de frecuencia y de objetivos más parecido a un proyecto de “Psicoterapia Psicoanalítica Breve y Focal” que a un proceso psicoanalítico profundo.
Presentaba sin embargo una historia psicoanalíticamente muy llamativa. Desarrollada con importantes carencias por déficit de función materna, camina entre sucesivos “regazos impersonales” de instituciones escolares y experiencias de celos, exclusión y abandono, que le llevan a una interpretación de su “novela familiar” en la creencia de no ser querida por ser mujer, ni suficientemente competente para atraer la atención de sus padres, en la convicción de que si hubiera sido un varón, le habrían rodado las cosas de distinta manera.
Con la adolescencia se reactivaron todos los conflictos de identidad y Luisa intentó una independencia a expensas de conductas de rebeldía y vida extrafamiliar. El fracaso, muy traumático, de una relación de pareja estable, le hizo retornar como “hija pródiga” al seno de su familia. En este tiempo había sido madre de una niña cuyo cuidado y desarrollo delegó en su grupo raíz, y ya más “estabilizada” pudo finalizar sus estudios universitarios para trabajar como profesional eficaz y brillante.
Con el fallecimiento posterior de su madre ella pasa a alternar su vida entre su trabajo, una conducta de sustituta de figura maternal tanto en el cuidado del padre como en un rol de “cenicienta” hacia sus hermanos que sobrellevaba contra su espíritu de rebeldía, y – esto era lo más llamativo hasta convertirse en la parte más central de su tratamiento – la repetida tendencia a establecer relaciones de pareja siempre marcadas por el mismo patrón: hacerse cargo de individuos en situaciones próximas al desarraigo o al desamparo, establecer con ellos una relación de maternaje sobre-protector (en la que llega a situaciones dramáticas de vaciamiento) y luego soportar las perdidas y el abandono de los mismos, a veces incluso favoreciendo el terreno a las rivales que “se los llevaban”.
Es claro que toda esta problemática llevó mucho esfuerzo y trabajo analítico, sobre todo mientras se mantuvo el Encuadre inicial, con el sólo logro de algún “insight intelectual” que al menos permitieron comprender el manejo proyectivo-reparatorio de sus desamparos-dependencias.
Paralelamente a este Proceso, empezaron a aparecer problemas cuando se planteó la reconstrucción plástica del pecho mediante su prótesis correspondiente. Ahí se iniciaron toda una serie de malos resultados y despropósitos, unas veces dependientes de la prótesis, otras del equipo quirúrgico que la atendía, que se tradujeron en numerosos rechazos, intolerancias, desajustes, re-intervenciones quirúrgicas, cambios de prótesis, etc. durante un largo periodo de 2 años hasta su buena y estética aceptación final.
En ese tiempo, el “foco analítico” se había deslizado desde el tipo de relación de parejas en la que ella jugaba ese papel de “madre-pecho omnipotente” ofrecido a ser abusado y vaciado, hasta la aceptación de su feminidad y la adopción de un rol de mujer deseante y deseada, identidad permanentemente interferida tanto por su Ideal del Yo infantil (ser “chico” para congratular y cumplir el fantaseado deseo de sus padres), como por un sentimiento de culpa frente a una imagen maternal que en su fantasía sentía haber atacado y vaciado por celos, y que tironeaba de ella a mantenerla en esa actitud reparatoria de madre sacrificada.
La evolución de la prótesis y la evolución de este conflicto de identidad corrieron paralelos. Uno era espejo del otro. Primero fue la rotura del “expansor” que le habían colocado para hacer sitio a la prótesis. Durante tiempo le estuvieron inyectando líquido que se perdía – parecía que su cuerpo no pudiera albergar rasgos femeninos – . Esto requirió una nueva intervención y la colocación de un nuevo expansor que permitió al fin la colocación de la prótesis. La prótesis, objeto inanimado, sufrió y tradujo los cambios de este proceso identitario. Cuando todo parecía arreglado, una defectuosa colocación de la misma o un talla inadecuada, se hizo incompatible estéticamente con su imagen, era demasiado grande. Nuevas peleas con el cirujano – mujer – hasta lograr de ésta una nueva re-intervención y una nueva prótesis que ha terminado aceptando (parecía necesario pasar por la prueba de la rivalidad y triunfo sobre otra mujer para asentar definitivamente la identidad. Sus angustias eran manejadas tanto en mi despacho como en la mesa quirúrgica del cirujano plástico, sin los cambios de uno no se hubieran entendido el proceso del otro/a. Y probablemente sin las variaciones experimentadas por la prótesis que obligaron a replanteamientos del trabajo analítico, no podríamos hablar con propiedad de una resolución de ese proceso indistinguible de una mejoría sintomática.
Hoy Luisa, no solo se ha desprendido de la última de sus relaciones, sino que es una mujer más dulce y femenina en todos sus gestos que la que comenzó la terapia. Han desaparecido sus conductas de madre, hermana mayor, o “enfermera” de su padre que tenía hacia su clan familiar sin haber perdido vinculación afectiva con éste, y se muestra como una mujer sintónica con su sexo, género y esquema corporal, aceptada como mujer deseada y deseante, y/o competitiva y seductora, sin la inhibición de antes que le llevaba a sustituir su rol de mujer por otro de “cuidadora social”.
Caso B.- Alicia se presenta con una demanda de ayuda que le sirva para no exteriorizar su estado permanente de insatisfacción y desdicha que de forma inesperada y descontrolada se manifiesta en forma de llanto o lagrimeo incontenible. Es una mujer de mediana edad que se muestra inhibida, triste, llorosa, habla en voz muy baja y su discurso es muy controlado.
Desde su nacimiento, fue educada bajo fórmulas rígidas para cumplir un buen rol social que demandaba la madre, así como para satisfacer de forma brillantes los deseos profesionales e intelectuales del padre. Ella se sometió a esos deseos a lo largo de infancia y juventud sin apenas otra vida de relación que la familiar.
Un fracaso en la realización de ese deseo del padre, y el rechazo de éste a seguir retroalimentando la admiración que su hija sentía hacia él, estuvo a punto de crear un derrumbamiento psíquico en la paciente que gracias a un enorme voluntarismo y cierta dosis de rebeldía le permitió encauzar su vida aunque sin salir del cerco familiar al que sentimientos de deuda y culpa le atenazaban.
De esta situación pudo ser liberada por su matrimonio, pero con su marido repitió la misma pauta relacional que con su padre, de ponerse a su servicio, ser parte de él, y no tener una vida independiente que no fuera complementarle. En su comportamiento era, por así decirlo, una “doméstica” de la casa a pesar de su valía profesional.
Durante el tratamiento ella se empeñaba en centrar la atención sobre su deseo de controlar cualquier emoción de naturaleza depresiva, y trataba entenderlo como un enigma que había que resolver, buscando en cada sesión un insight intelectual y racional al que luego intentaba aplicar un comportamiento para servirle de “utilidad”.
Evidentemente este “foco” que ella pretendía no pudo mantenerse mucho tiempo y al análisis llegaron entre otras cosas cuestionamientos sobre su tipo de relación con esa figura de hombre-padre.
Y fue ahí, a partir de ese momento de análisis, cuando los “objetos inanimados” con los que habitualmente tomaba contacto la paciente comenzaron a parecer que tenían vida propia. Al lado de “su material verbal” ocurrían cosas inhabituales, primero comenzó por tener múltiples averías en su casa; sus aparatos electro-“domésticos” repetidamente se estropeaban o no ejercían su función; era como si la parte rebelde de ella tan reprimida, se apoderara de sus propiedades.
Luego vino el problema de la Desaparición temporal de su Agenda, un instrumento que ella llevaba siempre pegada a sí misma y formando parte de su despliegue vital, que marcó una fisura en su simbiosis o relación parasitaria en la pareja. Desconozco cualquier “intríngulis” que tenga que ver con el mundo de la Informática y de los ordenadores, pero por lo que me contó la paciente – y utilizando mi propio e inadecuado lenguaje técnico -, hasta el momento anterior a la pérdida, bastaba un simple cable para que los Contenidos que ella escribía en esa Agenda en el apartado “Personal”, pasaran inmediatamente a incorporarse al Ordenador base y viceversa, que compartían ambos. Pocos días después, la agenda “reapareció” en un lugar poco habitual, pero en esta reaparición, sus contenidos ya no los podía reconocer el Ordenador común por una avería de “Inter-conectividad. ¡El “cordón umbilical” informático se había roto! Cierto tiempo después el “aparato” le anunció que el sistema caducaba, ella no lo renovó, y cuando adquirió otro, ya no pudo establecer esa interconexión. Ahora solo cuenta con la Agenda (a la que llama “su tesoro”) que no se interrelaciona espontáneamente con el ordenador. Tener ambas cosas no le era posible, y después de muchas dudas ha decidido quedarse solo con la agenda, en una lucha a brazo partido entre la Privacidad (agenda e individualidad) y la Interrelación (de supervisión-dependencia del ordenador) con victoria de la primera.
En el intermedio de este proceso un nuevo acto fallido, la pérdida del punzón con el que escribía en su agenda, venía a poner de manifiesto una primera significación de rebeldía-protesta-odio frente a la sumisa tarea de anotar determinadas órdenes de su marido con las que no estaba de acuerdo, aunque esta conducta – que sí entraría en el concepto claro de Acto Fallido Combinado freudiano. (Esta conducta frente a un objeto de claro simbolismo fálico, estaba sobredeterminada por el hecho haber tenido que vivir de cerca un caso de violencia de género).
En esa lucha por la deseada independencia, se mostraba ahora temerosa de sus propios éxitos y de la obligada competitividad con otras compañeras que reactivaban problemáticas de envidia y celos infantiles; así en una fiesta que ella tenía que organizar para un colectivo de mujeres, donde pensaba iba a ser examinada su competencia, y en la que ella era la encargada de la elección del objeto de regalo para la festejada, el regalo llegó averiado como consecuencia de un pequeño accidente de tráfico sufrido por su coche mientras lo transportaba).
Acostumbrada ya como estaba por el tratamiento a este “lenguaje de los objetos inanimados”, se sucedían las anécdotas que ya ella misma significaba, y no le extrañó que un día perdiera una de las zapatillas de caminar por la casa, y aunque luego apareció en un lugar insospechado. (¡había decidido que podía caminar con una sola o con otra distinta haciendo un “par desigual”!).
Ya para terminar señalaré solamente otros dos detalles del caso:
Finalmente la historia de la “Alicia y la Agenda misteriosa” finalizó cuando decidió comprarse una de mano con carácter transitorio – añadió -, (¡Ay qué bien lo hubiera aprovechado Winnicott para apuntalar su modelo de objeto del espacio intermediario!). Pero claro, con esa agenda lo que antes eran pensamientos sueltos (“posits”) que ella lanzaba y que eran aprovechados por otros, ahora se van reuniendo y van creando una base de “organización” (de estructura psíquica en la medida que se van conectando unos con otros) para ella. Se va haciendo “un capital de ideas”. Surge así un esbozo de autonomía mental y un principio de orden y organización de su ap. psíquico diferente de su expectativa anterior, de vivir parasitariamente del ap. psíquico de otro. Es todo un inventario de autonomía.
Y por último señalaré una nueva y sorprendente “dis-regulación” de su ordenador. En su trabajo que le implica a veces dar charlas públicas, al presionar las teclas para su exposición, aparecen documentos ajenos a esta tarea, y en la pantalla se visionan diversas contraseñas exclusivas de su intimidad que podrían facilitar la invasión de su correo-territorio personal por otras personas o por delincuentes – como aseguró temerosa – . Bueno, me parece que la defensa coriácea de su mundo interno se ha resquebrajado y que es fácilmente penetrable por fantasmas “peligrosos” que aunque coloca fuera es evidente que “amenazan” su emergencia desde el inconsciente; es el momento de hacer una mayor profundidad en su proceso psicoanalítico y proponer un Encuadre de mayor frecuencia.
Aquí, la Realidad externa era utilizada en doble sentido, por un lado en la utilización habitual de los objetos de esa realidad, estaba al servicio de expresar su conflictividad inconsciente, y por otro se colocaba del lado de la Resistencia en un intento de control del proceso al oponerse durante mucho tiempo a esa mayor frecuencia de las sesiones, alegando su lugar de residencia en una ciudad distinta y algo alejada de la mía y las dificultades de traslado.
Lo importante de este caso, no es solamente la frecuencia y reiteración en los cambios de esos objetos inanimados para servir de depositarios a la parte más conflictiva de la paciente: su proceso de separación, si no cómo son concordantes con el proceso psicoanalítico hasta llegar a monitorizar el mismo. Ellos – los objetos – se adelantaban con “su lenguaje” a los cambios psíquicos y facilitaban la comprensión dinámica de la evolución de la paciente, al mismo tiempo que me ayudaron a clarificar mis intervenciones interpretativas en cuanto que apuntaban al “punto de urgencia” de cada sesión, y de cada momento del proceso.
¿Qué hay que escuchar en el proceso psicoanalítico?
Completando el concepto amplio y realista que Víctor Korman aporta sobre la Transferencia, (2013) se podría decir que en el proceso de Transferir, el Individuo lleva su Estructura Psíquica al mundo de sus relaciones (sus partes adultas, infantiles, arcaicas, simbólicas y no simbólicas etc.), y a los objetos de su entorno con los que interacciona ¿y por qué no a los inanimados también? La Transferencia de la situación analítica – en su concepción más clásica – no es más que una versión de esa Transferencia Universal favorecida por el tipo de Encuadre.
Freud hizo una construcción teórica del desarrollo tomando como figura central al Padre. La familia, era un grupo girando en torno a él. Posteriormente los autores que siguieron a Klein terminaron con Winnicott haciendo una teoría del desarrollo centrada en la Madre, fue la Maternización Universal. Era el núcleo familiar-relacional que quedaba como importante: la relación madre-hijo en la infancia.
Luego la familia ha desaparecido como eje central del desarrollo. No hay suficiente presencia ni importante pasados los primeros meses. ¿La llevan las Instituciones? ¿La Escuela?- ¿Es la psiquiatría psicoanalítica dirigida al Grupo-comunidad nuestro futuro?
Es difícil atrofiar el empuje a la individualidad que tiene el ser humano, el problema es cómo y con qué construye su subjetividad. La realidad, esa que tiene que interiorizar y sobre la que va a desplegar su identidad, va a ser siempre una construcción que salga de la relación del individuo con aquellos objetos que le sirven de sostén y que no siempre específicamente humanos. Tenemos el mundo de la informática con su uso precoz, masivo y permanente que está claro que proveerá un hombre en algo diferente del educado masivamente en familia.
Cuando el hombre – más aún si está en proceso analítico – cambia, nosotros tendremos que cambiar en los modos de entendernos con él. El discurso verbal se mostró insuficiente para aproximarnos a la sus verdades relacionales, necesitamos de la transferencia; como necesitamos después del análisis de la contratransferencia para abarcar aspectos más profundos de su personalidad. La teoría psicoanalítica llevada al campo de la actuación terapéutica, trajo la importancia del análisis de las relaciones extra-transferenciales entendidas como una versión más de la transferencia del sujeto y no solo como un desplazamiento de la transferencia sobre el analista movilizada en y por el Encuadre.
Si la transferencia es toda la personalidad del sujeto puesta en acción de contacto con algo fuera de él, nos vemos obligados a escuchar y “leer” todas las modificaciones del entorno que él moviliza con su contacto; y en esta movilización aparecen objetos inanimados, aparentemente inertes, pero posibles de cambios. Estos cambios, secundarios a ser receptores enviados por el individuo, pueden llegar a ser los primeros estímulos para que otra mente (o la del mismo sujeto si está entrenada para ello) haga un pensamiento sobre una emoción que ha sido escindida. Eso, no es más que la capacidad de Rêverie materna, que malamente tenemos que imitar en nuestro trabajo.
Los objetos inanimados por sí mismos no tienen capacidad de significar la intención de un producto mental, como no la tienen las variaciones fisiológicas de nuestro organismo movilizadas por una emoción somatizada y disociada; y si empezamos a acostumbrarnos a leer éstas, no veo la diferencia para empezar a leer aquellas. Si la Transferencia es Todo, nuestra escucha tiene que ser lo más total posible para contenerla, significarla y devolverla de forma modulada cuando sea posible, porque ese es el canon de nuestra profesión y el compromiso de nuestro trabajo.
En unos momentos en los que el psicoanálisis se acerca al conocimiento y manejo de la ansiedad de mundos que parecían inaccesibles para él (trastornos narcisistas, psicosis, etc…), tal vez este trabajo puede parecer anacrónico y de bajo valor actual. Es posible, no se trata de reivindicar el modelo hermenéutico del trabajo del psicoanalista; solamente he querido plasmar realidades que a diario nos muestran nuestros pacientes y animar a la escucha de aquellos sucesos que tienen en común con los lapsus y los actos fallidos el pasar inadvertidos, pero que fueron la base para que Sigmund FREUD, “descubriera” el Inconsciente e inaugurara nuestro actual Psicoanálisis.
RESUMEN:
Este trabajo tiene la intención de mostrar, con repetidos ejemplos clínicos, que los objetos inertes o inanimados que nos rodean y que usamos de forma repetida, pueden sufrir cambios en su posición (presencia-ausencia) o en sus modificaciones estructurales físicas (volumen, tacto, temperatura, etc.) que sin ser perceptibles habitualmente pueden sin embargo constituirse como estímulos para que una mente adaptada a ese trabajo (la del analista) pueda “fabricar” pensamientos emocionales. Su objetivo, es fundamentalmente una invitación a la ampliación de la Escucha Analítica, nuestro básico instrumento a utilizar para intuir cambios, para facilitar interpretaciones o evaluar el Proceso psicoanalítico. .
El artículo tiene su base en el trabajo de Freud sobre “La Psicopatología de la Vida Cotidiana”, e intenta ser un aporte que concede más importancia los objetos que nos rodean , y un modelo de explicación apoyado en algunos conceptos muy básicos de ideas filosóficas, físicas y psicoanalíticas.
RESUMÉE
C’est l’intention de ce travail montrer sur la base de plusieurs exemples cliniques que les objets inanimés qui nous entournent et dont nous nous servons de manière habituelle peuvent subir des changements dans leur position (présencea/absence) ou modifications structurales ou physiques (volume- toucher – température). Ces changements sans être perceptibles d´habitude peuvent être des stimulations à fin q’un esprit adapté à l’analyse puisse forger des pensées emotionnellees .
Notre seul objectif cést une invitation à l’élargissement de “l’écoute anallytique” (notre premier instrument d’utilisation) pour pressentir des changements possible, faciliter des interpretations ou faire évoluer un processus Pshychanalytique.
Cette aproche est basée sur le travail de Freud “Psychopatologie de la vie quotidienne” et essayé d’apporter l’importance des objets qui nous entourent. Il est appuyé sur des concepts bassiques d’ídées philosophiques, physiques et phychanalitiques.
ABSTRACT
Palabras clave: objeto inanimado, extrayección, objetalización, transferencia-contratransferencia, simbolización, escisión-integración, escucha analítica.
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