Unos creíamos en ti, te esperábamos; otros apartaban la vista de tu historia para convertirte en recuerdo. El tiempo nos dio la razón. Volviste, volvió Antonio Ferreras desde la incertidumbre de una rehabilitación que jugaba a la ruleta. Volvió desde un año de “tapado” bajo el embozo de sus soledades libertarias. Volvió y lo hizo con la misma grandeza y la misma verdad que le había llevado al hule y que intentó en vano guiarle por el camino de la desesperanza. ¿Cómo no iba a volver si había empezado su palabra, la palabra fiable de un Hijo del Cuerpo?
Volvió Antonio Ferreras, el de los quites a pie de peto, el del capote del poder inexcusable, el de los tercios al quiebro en el rincón de la congoja, el domador de divisas con capirote de verdugo.
Volvió el toreo de verdad y la hombría libre, sin deudas ni lobbies de poderes en la sombra. Nunca le fueron necesarios esas luces artificiales del marketing para arrebatar al Cossío el toreo de siempre, el de la lidia justa, el del adorno adecuado. Sin un aire de más, sin un suspiro de menos.
Y con él volvimos a ver el arte de la lidia y aprender a leer “al temple” las violencias salvajes de castas asesinas. ¡Cómo gusta ver un firme y seguro capitán domeñar un barco de amotinados!
Atrás quedó el extremeño embozado celoso de su intimidad al que chulos y aventureros de la vida querían dar portón porque había elegido el silencio. En su cueva de anacoreta guardaba los vientos de la voluntad y el frescor eterno del conocimiento.
Sevilla y Madrid, Madrid o Sevilla la honradez y la verdad en el toreo no tiene escuelas ni latitudes. Habla un idioma universal.
Gracias por recordarnos la perennidad de lo cabal.
28 de mayo de 2017-05-26