Contra aquellos PRESIDENTES que se comportan como ladrones despiadados, asesinos crueles de sueños, trileros de la voluntad de una Pueblo y de una Fiesta.
¡Yo lo he visto!. Y lo he visto en esa Plaza de Toros de las Ventas de Madrid que tiene a gala ser justa, rigurosa (cuando abandona su “punta” de crueldad contra la torería), exigente cumplidora de la autenticidad de la Fiesta Brava, preservadora de la pureza y que otorga prueba de idoneidad a toros y toreros.
Lo he visto y necesito gritarlo adonde sea.
Estaba el público en su mayoría solicitando la oreja con su pañuelo blanco de las decisiones gozosas, valoraba una faena valiente, a un toro difícil de lidia, por un torero modesto, buscador tanto de contratos como de glorias, con hambre de trofeos en su currículum para mantener su apuesta de identidad ante la vida. El presidente miraba desde su púlpito elevado y distante esa ola de palomas; miraba una y otra vez ¿contaba pañuelos? ¿se hacía el interesante? ¿posponía la expectativa para un mayor goce? Él nos miraba a todos, todos le mirábamos a él y al movimiento inequívoco de su brazo dispuesto a hacer asomar el pañuelo blanco que otorgaba el premio merecido. ¡Y de repente!: ¡¡Zas!! Sale de su manga un pañuelo azul como indicación del premio de una vuelta al ruedo para el toro lidiado.
¿Qué pasó? ¿se confundió? ¡No!. ¿Era un merecimiento cabal al toro o a la ganadería? ¡Tampoco! ¿Es acaso un imitador del Gran Houdini que hace una mostración pública de sus habilidades ilusionistas¿ ¡No! ¿Qué pasó entonces? ¡que sacó el pañuelo azul para que los aplausos se agotaran en la vuelta al ruedo del animal y el torero se quedara sin trofeos!. Labor de Trilero casi virtuoso al que tendrían que rendir tributo los habituales de esta especialidad de la calle Sierpes. Un maestro del arte de Birlibirloque que engaña a un colectivo despojando a una víctima. Un ladrón de guante blanco protegido de códigos justicieros, un robaperas. Un especialista en el manejo masoquista del poder a expensas de provocar frustraciones. Un iluminado del derecho a prohibir los goces y méritos del otro. Un sinvergüenza consentido por delegación gubernativa.
Y estos robos injustos, caprichosos, “a la mala de Dios”, parece que les dan a Uds. patente de corso para que vuelva a sus desmanes. Esta vez fue Albero Aguilar el humillado, antes habían sido otros como Juan del Álamo en su primer festejo, Antonio Ferreras, el eterno desvalijamiento a El Juli, etc. etc. . Es una “ejecutoria de estilo”.
Miren Uds. Srs, presidentes de esa “onda”: Uds. presiden un acontecimiento mucho más amplio que el que parece dictaminar su cortedad de entendimiento. Creídos en salvaguardar un Reglamento se pierden intentando medir con exactitud los centímetros de desviación de una espada haciendo caso omiso de la forma de ejecución de la suerte, o de los minutos que debe de permaneces en inspiración iluminada o en agonía impotente toro y torero, o de la cantidad de cal que elimina el caballo con sus pezuñas en su obligación de picar un toro, o del recuento de caídas de un toro para sacer impunemente su pañuelo verde y quedar a bien con el personal reivindicativo – no siempre entendido – etc.. Se ha quedado su rigurosidad en la Forma en que se ejecuta el procedimiento. Y así, intentando conservar un ”purismo” que la afición no les ha concedido pasan la tarde mirando al 7 para seguir sus dictámenes voceros y sentirse en poseedores de la verdad. No tienen en cuenta que bajo esa forma circula un Fondo emocional que preside y trasmite en Encuentro Toro-Torero, que recoge el público como sentimiento unánime grupal y que es el que busca en el veredicto final el premio de un trofeo o el castigo del silencio. Eso es lo que Uds. tienen que traducir o ejecutar, no su visión personal de la faena. Eso ni es, ni lo fue nunca un don cedido a la Presidencia por muy arropado que esté por especialistas de turno. Es el aficionado-espectador, asistente a la plaza, el que valora la emoción sufrida y el que demanda la ejecución adecuada. Perdonen el trato que les doy, pero Uds. no son jueces; no deben de sentirse más que alguaciles o secretarios que trasmiten órdenes de un colectivo que ha dictado sentencia al final de cada faena.
Salirse de ese papel, o no ejecutarlo adecuadamente es un Fraude a ese colectivo (Afición) en esa determinada individualidad (Torero o en algunos casos toro).
¡Váyanse si no son aficionados, sensatos o demócratas! Hacen daño a la Fiesta y a la Tauromaquia. ¡Ya tenemos excesivos anti-taurinos dentro y fuera ella! ¡No engrosen la nómina!.