Reconozco que no te tenía encasillado con el merecimiento debido. Siempre te tuve por una personalidad que no lograba encontrar Un Sitio para Sí-mismo y que flotaba en un entorno taurino sin conseguir diferenciarte con suficiente dotación individual para imponer su destino. Portador de una historia identitaria difusa ya en tu vocación nacida de sueños paternos difíciles de evitar, como en tus orígenes – casi renegadores – de una montaña leonesa tímida en deseos y oscura en esperanzas de la que saliste a la aventura taurina, para adosarte a una tierra torera como la salmantina a la espera de efluvios telúricos que marcaran tu camino. Te ví también con una gran incertidumbre para negociar tu estilo tan lleno de anhelos artísticos y luego burlando esos gañafones que quiebran y que te perfilaban las divisas con las que te permitían acartelarte. Confirmaba esa extraña difusión tu comportamiento en plaza, más dedicado a la presentación de tu equipo – que parecía tener derecho a escena- , de aire más campero que festero o más dirigido a congraciarte con el ganadero, que a mostrar tu Tauromaquia personal.
Hoy tal vez te conozco mejor, o al menos sé cosas de tí que antes no sabía y que te definen como TORERO con mayúsculas fuera y dentro de la plaza, vestido de luces o de hombre.
Supe de tu dolencia, de ese tratamiento que vacía fuerzas y ánimos, con la vida agarrada a oraciones ciegas y pensamientos circunvalando abismos, pero no sabía que con solo diecinueve días de tiempo desde esa paloma informática que volaba la palabra “alta clínica”, asumiste el compromiso de torear los miuras en Sevilla. Gesto de Torero, compromiso de Hombre, voluntad de Fe.
Y ahora sí, sé que eres torero, porque ser torero es vivir mirando a los ojos de la muerte y dejarse mirar por ella sin temblar, y darle el espacio del cuerpo que con voracidad busca, para luego ganarle ese pulso que parece imposible. Burlar con temple su embestida hasta el agotamiento y al final “darle puerta” humillada mientras sales indemne y en señorío. Ese es oficio de Toreros, oficio de muerte. Tarea universal del hombre.
Javier Castaño. ¡Gracias por tu lección de Vida y de Hombría en tu Tauromaquia!. Ahora sabemos que tienes “tu sitio” de Torero, personificando el desvalimiento humano, enseñando la obligación de un compromiso adquirido, y abanderando la voluntad de vivir. El Sitio eres Tú que generosamente te ofreces para acoger y hermanarse la Ética del Miedo con la Estética del Coraje.
¡Salve Javier Castaño! ¡Que Dios te ayude en tus tareas!