¡Qué gusto da ver la actuación en la plaza a la nueva generación de subalternos! Toreros jóvenes y apuestos que saben llevar al toro sin castigarle, ya sea para acercarle a los terrenos adecuados, ya sea para ponerlos o sacarlos de las suertes; sus capotes son vientos que despejan y abren caminos a la lidia. Y lo mismo se podría decir de los tercios de banderillas que nos ofrecen cada tarde, pares en cualquier terreno al encuentro abierto con el toro, cara a cara, con el pecho en riesgo y salida airosa a paso de baile aflamencado. Todo en ellos está impregnado de torería de la buena.
¡Qué lejos están los tiempos del clásico viejo subalterno que caminaba hace años en la sombra anónima de cualquier Maestro taurino donde escondía biografías salpicadas de frustración o de fracaso! Llenos de lances de resabios resentidos dirigidos a quebrar al toro o a buscar atajos de alivios a su torero pero no a facilitar la lidia cabal y adecuada del toro. Tercios de banderillas destinados a olvidarse, con suertes que evitaban el encuentro frontal con el toro, con pares a sobaquillo, al relance o a trote de rejoneo.
¡Qué bien se ha hecho el relevo generacional en esta categoría!
¿Por qué no se intenta lo mismo en la de matadores de toros!