Es un torero: posiblemente será un buen torero. Gusta al público su forma de torear. Tiene la planta de un junco lorquiano, la fantasía mágica de ser invisible a los cuernos de mirada negra del toro, ha aprendido arte, sabe técnica, nació con la valentía torera de irse hacia adelante ante el dolor y sabe mover la tecla que conmueve al público. Sobre todo lo anterior es un gran y eficaz estoqueador. Con esa carga ¿se puede no triunfar?
Sin embargo tu toreo tiene algo que me suena a no verdad, sin que tenga que ver con mentira o falsedad. Cundo torea no puedo evitar que vengan a mi mente imágenes de colonización y de intercambio de espejos y abalorios coloreados por materias primas importantes. Intento eliminar esas imágenes y se cuelan como sabuesos otras en las que le veo como vendedor de coches de alta gama con todas las mejoras técnicas actualizadas posibles, y de ahí salto a imaginarle como presentador de móviles de último modelo-última generación con tantas aplicaciones actuales o futuras que nadie tiene fuerzas para decir No.
Y todo eso me pasa mientras le veo en la plaza desplegando su amplio espectro de lances de capote o muletiles. Lances y suertes nacidas trasatlánticas, probadas en toros de embestida recta y noble, traídas a España por los seguidores de Gaona que pretendían con su virtuosismo, renacer la Fiesta, muerta después del adiós del gran José y de la falta de competitividad del monstruo Juan. Vuelven ahora de su mano y en su repertorio la bonita caleserina, el difícil farol invertido, la antiestética saltillera, los arriesgados pases cambiados por la espalda, la difícil arrucina, etc., etc.., y el público queda embobado ante tanto barroquismo preciosista.
Su figura, nacida para pasar esculpido a la historia, hace aún más vistosas esos lances. Jugando con el compás de largas piernas convierte el toreo encimista, de cercanía inverosímil, en toreo de series con aparentes lances largos, con el toro embebido en una muleta que al no ofrecerle distancia no le deja otra opción que seguirla dócilmente. ¿y la hondura? No la he visto, como tampoco he visto una lidia de poder a un toro con dificultades; pero con esa forma de torear – que por cierto se está imponiendo en la mayor parte de las figuras mal-heredadas del pacojedismo – salvas los muebles y se toman tus presencias por faenas redondas de Puertas Grandes.
¿Quién le dice que no a este nuevo público educado a lo sensorial o a lo formalista? Que se sabe entendido en colores de capas de toro, en colocación y trayectorias de estoque, en reglamentos, en gamas de azules de vestidos de luces, etc.., y aún desconoce lo que es hacer las suertes con riesgo o con hondura. Habrá que darle tiempo a que profundice más en el conocimiento.
Quizás lo mismo que a Roca Rey.
En principio no parece que fuera capaz de echarse a la espalda la responsabilidad de ser el número Uno.
Y también se ha roto su fantasía de inmunidad frente a la vista de los toros españoles de mirada negra. Y se le ha notado. No se ha arrugado, pero tiene miedo. Su sonrisa encantadora e inocente es ahora un gesto cristalizado para una fotografía de Kodak.