He tardado mucho tiempo en darte unas merecidas gracias por tu ayuda en la presentación del libro “Torerías”. Aunque tarde, como gratitud y reparación, te ofrezco este pequeño escrito; lo último que he hecho sobre el tema.
Creo que algo íntimo de mí me impulsa a estar al lado de la Fiesta de los Toros cuando suenan tan cerca las balas que apuntan a su fusilamiento. No soy optimista ni tengo influencia en cambiar las cosas de la Realidad externa, así que me conformaré con un consuelo para mi mundo interno ante la realidad de amenaza de su posible pérdida. (El anuncio programático que ha hecho la parte “progre” del Gobierno, me suena a sentencia de muerte). Así que con ese fin de restauración narcisista, pensaré sobre alguna de las causas que le han ayudado a su desaparición.
Desde el principio acepto que ni son todas, ni siquiera las importantes. Ni tampoco tienen la mínima competencia para cambiar el curso de las cosas. Solo pretendo entender el por qué de ellas, porque, cuando las cosas se pierden, creer que se sabe por qué, ayuda a elaborar el duelo.
La Fiesta de los Toros es un “invento”, una creación humana, y como tal condenada a seguir la desgraciada suerte de su finitud. Todo lo humano tiene un ciclo: nace, se desarrolla, se estabiliza y desaparece. Esa evolución parece inexorable. Si alguna de sus creaciones duran más de lo habitual es porque representan Mitos, una forma de hacer narrativa a unos deseos de una gran parte del colectivo humano, aunque solo unos pocos tienen la capacidad de sublimarlos. Los toros han durado tanto tiempo porque siempre han exteriorizado en esa victoria sobre el Toro lo que simbólicamente representan: La Ilusión de la victoria sobre la Muerte, y/o el triunfo sobre la Vida. También a nuestra cultura occidental, se le añade ese deseo de dar muerte a ese padre arcaico y brutal para adquirir sus potencias (pero esto entra del terreno de lo psicoanalítico y por vergüenza profesional no deseo expandirme sobre el tema).
Los toros son eso, el Juego, la Ilusión de estar por encima de ese “Sino” que rompe siempre nuestras fantasías de omnipotencia: matar a la muerte a expensas de matar un toro. Matamos, uno, otro y otro, pero siguen saliendo muchos más. Los primeros carteles taurinos pregonaban más verdad que los actuales cuando anunciaban: “6 Toros de muerte, 6”; solo así se puede entender toda la cultura de sublimación que encierra este rito.
¿Ha cambiado la Muerte? No, pero ha perdido solemnidad. La muerte cuando era cruenta o inesperada, se volvía emocionalmente acongojante; cuando era íntima o esperada, se la adornaba con una parafernalia digna de la importancia vital que contenía: la pérdida de una vida, y como tal, se la teatralizaba de manera adecuada a la trascendencia de un pensamiento emocional. Se la rodeaba de entierros suntuosos, de duelos desgarradores o de panteones grandiosos. (se le daba por fuera el impacto “real” que recibía nuestra mente afectiva)
Ahora parece que caminamos de puntillas al lado de ella. La muerte, y su personificación; los muertos y los duelos, suelen ocurrir entre Hospitales y Tanatorios; lugares tan anónimos, como despersonalizados, lugares que se establecen como “lugares de paso” sin trascendencia final. Los duelos se acortan o se evitan. Los demás, esos otros que imponen nuestras formas conductuales apenas nos permiten hacer otra cosa que la visita del adiós. La muerte se ha hecho acontecimiento silente. Si hay tormenta emocional ésta será vivida en nuestros órganos, pero no en nuestros gestos ni en nuestras “posadas” sociales. Se premia la Negación. La verdad se ha vuelto oscura hasta para Demócrito.
Porque hay que reconocer que han cambiado muchas cosas en esta sociedad actual. Lo han hecho de manera subterránea, casi imperceptible hasta que ha emergido con riesgo de tragarnos como un tsunami., Se ha perdido la distancia Hombre-Animal, y hoy despierta más estrategias de especie la de conservar cualquier animal viviente que la especie humana. Se han invertido los términos de nuestra relación con la Naturaleza. Seguramente que hemos aprendido de las ratas o de los judíos (no quiero equiparar a ambos salvo en la técnica de supervivencia), Ante habitáculos reducidos lo primero que se hace es la sanción a la reproducción (los machos y las hembras van perdiendo esa función de perpetuar la especie), lo segundo es facilitar la disminución del número de habitantes. En esta especie de filosofía animista que tiende a hacerse Universal parece que el hombre ya no se sitúa en cabeza, ¿tendrá esto limite?
Si la Vida y La Muerte, han perdido resonancia emocional ¿se puede sostener un mito que se basa en su trascendencia? Lo dudo, se transformará en otra cosa.
Y en ese sentido creo que ya ha evolucionado desde su esencia (difícil de encasillar en otro adjetivo que no sea el de Acontecimiento) al de un Espectáculo que ya tiene su programa definido. Tal vez ya no sean más que un Circo con un poco más de “verdad dura”, donde el personal ya sabe lo que va a ocurrir y espera que le den esa satisfacción (para eso paga) que se le ha prometido como si fuera un aparato de uso doméstico con derecho de reclamación. No puedo aquí resumir todas las causas ni las fuentes de ese cambio de la Fiesta de los Toros, hacia el Espectáculo Taurino, solo describirlos:
Los empresarios tienen como primero y único objetivo sacar rentabilidad a sus plazas, (tienen derecho) y para ello se ha creado una especie de círculo maligno del que no parece haber salida.
En una misma “entidad funcional” vemos unidos a:
a.- Un grupo de toreros que mejores o peores, tienen enganche en el público. Son Toreros-actores. Muy buenos conocedores de su oficio pero mejor aun de los gustos del público y no solo por sus dotes profesionales. Cada uno de ellos ya conoce y sabe su libreto antes de que salga el toro. Cuántos pases ha de dar, cuántos con una mano y cuántos con otra, en qué terreno ha de torear para satisfacer más al “cliente” y cuáles son los pases favoritos de aquél que ha de repetir como un recital obligado. Es más, cada año, incorporan un lance de moda, un pase prèt-a porter que se anuncia cada temporada y que mantiene hasta el final. Este año tocó el remate por “bernardinas” (aunque el toro esté si fuerzas y solo pueda dar cabezadas), el año pasado había que adornarse con una “caleserina”, hace 2 había que quebrar la cintura para hacer la esperpéntica “arrucina”. … ¡y a ver quién había cogido mejor la moda..! Ese era el centro de toda competitividad.
b.- los ganaderos se han hecho empresarios, éstos apoderados, y finalmente ganaderos (bueno, así empezó el Misterio de la Santísima Trinidad, o – para no pecar de irreverente – ese sistema lubrificante del 3 x 1 con el cual todo se desliza más fácilmente)
- c) los toros, desde el santo advenimiento de San Pedro Domecq, con sus extrañas bendiciones o jaculatorias, se han hecho todos iguales y se han convertido tras su mutación doméstica en toros-toreros que al segundo embarque ya saben cuál es su obligación, ¡Ay de ellos y su familia si se desvían hacia lo antiguo!, hacia el toro manso con casta peligrosa o hacia aquél “pregonao de sentido”. Su padres renegarán de él y serán los primeros sancionados a no tener descendencia. Así los toros como “buenos chicos” salen al mercado como a hacer el examen de grado. Aprobar y aprobar bien.
Y d) paralelamente el público se ha hecho compañero de esta farsa con su bendición a esta frivolización de la fiesta. Ya no se concibe a un aficionado que viniendo afligido de una tarde de toros fracasada, desea la próxima para vislumbrar un detalle que le haga mantener la afición. No, el público exige satisfacción y divertimento, nada de conmociones “duras” de elaborar, nada de incertidumbres a manejar sin programa pre-sabido, nada que emocione; eso queda para el cardiólogo … o para el psiquiatra.
¿se puede salir de esta tela de araña que conduce a la repetición aburrida de lo mismo”
¿Puede perpetuarse un acontecimiento como la Fiesta de los toros basado en las emociones de Muerte-Re-nacimiento, o de Rivalidades de Amor-Odio con tanta carga amorosa como mortífera que se evitan?. Lo dudo, el hombre camina hacia espectáculos que le mantengan su añoranza de ”el limbo” aunque este signifique su muerte mental.
¿Qué ocurre al final? Que los aficionados terminamos peregrinando por vía directa o televisiva a las plazas donde aún podamos ver restos de estas emociones perdidas. ¿cuántas nos quedan? Pocas. Hemos perdido Sevilla por su “culto” a lo bonito. Prefiero descartar Pamplona porque un público así, no tiene derecho a llamarse público taurino. Así que nos quedan: Madrid, Bilbao, Zaragoza (porque a esas alturas de la temporada los toros, con tanto traqueteo de acá para allá, han tenido a bien hacer su personal Alzheimer, se han olvidado de las clases recibidas por sus ganaderos, y les “sale” su real y peligrosa casta)…. Bueno, a algunos con suerte aún les queda Francia.
Evidentemente en este derrumbamiento o puedo obviar el tema del Anti-taurinismo. El fenómenos no es nuevo. Antitaurinos los ha habido siempre con una ideología y una pasión comparable a la nuestra. Era obligada una confrontación cada vez que nos encontrábamos y, si había pelea, siempre dependiente de factores como la vehemencia (valentía) y uso de conocimientos (técnica) se saldaba para un lado, para otro o quedaba en lo que Jesulín definió como: … “lo mehó”, es una buna división de opiniones…”
Ahora la confrontación es distinta. El anti-taurinismo ha aumentado tanto en cantidad como en calidad, pero ambas devienen de un mismo patrón: de la falta de pensamiento que lo sostenga. Hoy al fenómeno antitaurino no le respalda una ideología ni una lógica de pensamiento, solo es Pura Acción Destructiva que depende de una Consigna que algún sistema de poder (o alguna “casta”) ha colocado de moda o como ensayo para ver cuánto y qué fuerza tiene la posibilidad de un pensamiento único. (lamento aquí usar de un pensamiento cuasi-paranoide pero me parece el más adecuado a la situación) Frente a esa instrumentalización tan agresiva y destructiva no podemos hacer otra cosa que intentar sobrevivir como buenamente se pueda o como escondidamente nos permitan. Esa claro que la moda pasará, porque ha sido simplemente una especie de ensayo o globo-sonda, pero a su paso habrá destruido mucha partes de este “todo” que es la Fiesta de los Toros, y lo habrá hecho de forma irreversible.
Cuando el mundo se desliza hacia una etapa de Poder, no de Creatividad, o estás donde “se puede” o solo sobrevives tras algún despojo.
No quisiera terminar sin hacer algún comentario sobre la TV y los toros. Reconozco que tenemos la mejor TV del mundo para trasmitir las corridas, las mejores imágenes, los mejores comentaristas venidos de tan distintas escuelas (Antoñete de la intuición de la calle y Emilio Muñoz del estudio y análisis de los hechos), como reconozco que he aprendido mucho de ellos. Han sentado las bases tanto de “saber ver toros” como de “saber de toros”. Quiero señalar como contrapartida que: nos han enseñado a ver toros desde la posición de la comodidad; la falta del “otro” necesario para compartir la experiencia, (la emoción si no se expande se encoje y se enfría dentro de uno mismo); nos han facilitado con sus conocimientos la aparición, ya casi espontánea, de pensamientos de anticipación que amortiguan la incertidumbre: nos aleja a nivel perceptivo – a través de la vista, un órgano sensorial que funciona a distancia – del epicentro donde tiene el origen lo inesperado; y con su tendencia a la repetición minuciosa de detalles ya sean de un lance estético o de un colisión peligrosa, nos hace perder el impacto brutal de lo catastrófico de un cambio inesperado, de lo incierto, de lo irrepetible, de aquello que se queda fijado en nuestro cuerpo, no en nuestras memorias. No hay manera de evitarlo. Supongo que la TV no quita espectadores, pero sí “acartona” a los aficionados reforzando su rol de espectadores y no el de participantes emocionalmente activos.
Estas ¿son causas importantes? , seguramente forman parte de un Todo cuya amplitud no abarco.
Antoñete decía que ahora se torea “más bonito” que antes pero no mejor. Venía a decir que la Estética tiene prioridad sobre la Ética. Y cuando esto ocurre, generalmente empieza un proceso de decadencia.
María Jesús. Gracias por haberme acompañado tan bien en un momento tan delicado para mí.
León.- enero de 2020