Llegó y se le aceptó en seguida porque parecía un buen chico que no quería revolver el gallinero. A pesar de su nombre, no venía de revolucionario
Era además educado, gentil que dicen por aquellas tierras, correcto, no se le suponía venir a molestar a nadie y tampoco parecía tener ambición de orejas . ¡Claro! En Arlés, cortar orejas es ya parte de su guión histórico-turístico.
Venía además presentando su libro de Familia lleno de avatares tauromáquicos. Su padre Luc Jalabert, primero rejoneador y luego criador de toros y empresario de la Plaza de Arlés llenó su vida de imaginerías taurinas que cristalizaron en una vocación firme y precoz.
Con todo ese carné de presentación hubiera tenido sitio en cualquier plantilla para rellenar huecos. Con su expresión juvenil, sonriente y bienintencionada hacía pensar en una especie de “Tintin” francés que quería hacer su “aventura española”. Además gustaba y lo hacía muy bien vestirse de goyesco.
Pero el problema es que Juan Bautista sabía torear y quería hacerlo..
Como buen francés lleno de convicciones deseaba hacerlo con la seriedad de un país que exige papeles de idoneidad hasta para pasear por las calles. Por eso no le importó nunca ni plaza ni divisa a la que enfrentarse. Y como buen cartesiano francés lo hizo siempre siguiendo las líneas clásicas y el respeto por el toro que solo algunos toreros más llenos de afición que de ambición lo tienen.
Desde su Arlés bautismal de vida y de profesión, deambuló por plazas francesas, americanas y españolas dejando la impronta de un toreo educado, adecuado, correcto y siempre por encima de la valía de sus enemigos. La etiqueta de “gabacho aventurero o polizón” no pudieron nunca colgársela
Madrid se lo tomó en serio una tarde de lluvia en octubre de 2007 en la que dio una lección de hondura, ligazón, ortodoxia y medida. Desde entonces venía a enseñar su toreo sosegado, sin estridencias, pero firme, asentado en clásicos cánones. Tres años más tarde le abría su Puerta Grande.
Este año se ha prodigado más, tanto en plazas españolas como francesas, el nombre de Juan Bautista ya se hace inseparable de conceptos como orden en la lidia, seguridad en el trasteo, respeto a las condiciones del toro, verdad y hondura en sus series, faena sin trucos, y una suerte de matar realizada siempre a ley y por derecho, muy frecuentemente recibiendo, que le hacen merecedor del título de Maestro, o de “Maître, comme vous voudrez”.