Allá a lo lejos se oye el rugir de los vientos que cimbrean a los hombres
Aquí, el aire de la sierra que hiela sangres y cuerpos.
Por acá el burlador de la Muerte se viste de hidalgo viejo castellano, sedas oscuras bordeadas de oro y plata. Alberto López Simón parece entonar el “De profundis” en cada embroque. La femoral se asoma al balcón en cada lance.
Por allá un joven, con muñecas prodigiosas de trilero, hace la carioca a la vida. Andrés Roca Rey nos embelesa con sus capas de vuelos majestuosos de cóndor. En cada encuentro puede nacer una crisálida o una mariposa ensartada para vitrina.
En el medio de los dos un Océano. Se pueden quedar varados en cada lado o navegar y cruzarse mirándose a los ojos como gallos salvajes.
Así son y así se les espera. ¡Abran plaza señores que vuelve la rivalidad a los ruedos y las peleas a glorias o a desastres!. Pasiones de gozo en el triunfo o de goces dolorosos y humillantes en el fracaso. Otra vez y siempre José y Juan de la memoria histórica.
Los dos posibles, dos verdades del toreo y de la vida; reírse o acongojarse ante el sino inexorable. Cada posición es vieja celosa contra la otra, o joven irrefrenable que quiere fanáticamente su terreno en exclusividad. El bien a un lado, el mal al otro. Gozar por o contra, no hay pasillo intermedio.
¡Despejen la plaza que empieza en Torneo! España y América. Lo profundo o lo exuberante. La emoción o los sentidos.
¡Se anuncia un duelo!
¡Dejadles solos!