I.- Introducción
No pierdo la perspectiva de estar hablando de Psicoterapia Psicoanalítica, disciplina en la que hemos de movernos tanto a nivel de realidad práctica (Técnica) como teórica (Psicoanálisis) en el uso de alguno de sus Modelos Teóricos. De su esencia no podemos prescindir ni en sus conceptos, ni en sus parámetros de referencia, ni en la evaluación de nuestros logros y cambios estructurales si es que los hubiera, aunque a veces esta aproximación no sea rigurosamente ortodoxa en la medida que hemos de adaptarnos a circunstancias de trabajo no idóneamente adecuadas, para las que hemos de adoptar cierta flexibilidad en algunos de sus conceptos en aras de facilitar la resolución de conflictos y las demandas de alivio por las que nuestros pacientes reclaman ayuda a través de esta técnica.
Incorporo también la idea de Proceso como la aplica Ibáñez de Opacua en Psicoterapia Psicoanalítica. No podemos hablar de Proceso en el sentid0o ortodoxo psicoanalítico, pero sí de la existencia de logros con modificaciones estructurales (más o menos amplias) cuya suma constituye un indudable Proceso Terapéutico.
Asentadas estas bases, nuestro trabajos tratan de incluirse en un intento de conceptualización de hallazgos clínicos, cuya repetición nos parece digna de un subrayado. Su posibilidad de generalización debería de ser vista y completada por otros colegas, y su evaluación habría de ser la consecuencia de un trabajo común y desde distintas perspectivas para que pudiera aproximarse a un punto de verdad posible y práctica.
Quiero referirme en este trabajo, a la frecuencia con la que hemos encontrado al aproximarnos a la fase final del Proceso Psicoterápico (“final de la cura”) en alguno de nuestros pacientes tratados en la modalidad del Encuadre limitado, (frecuencia de 1-2 sesiones/semana y “cara a cara”), con la aparición de Fenómenos Transicionales: que implican un Objeto (Objeto transicional), con fuerte vinculación emocional (vínculos L,H o K) en un Espacio transicional (combinación de realidad externa-realidad interna) y un tipo de relación (“de uso”, siguiendo la idea de Winnicott) que parecen destinados a facilitar el final de la cura y la separación del psicoterapeuta.
Sin entrar en el análisis del concepto de “cura”, aquí la entenderemos como el acceso a un punto evolutivo del Proceso de Psicoterapia en el que se hayan obtenido ciertos logros lo suficientemente estables, entre los que incluimos: a) una mejoría sintomática de la clínica (ansiedades, defensas, síntomas) – no olvidemos que estamos en Psico-terapia –, b) una elaboración aceptable de experiencias de separación, c) el establecimiento de relaciones de objeto no excesivamente impregnadas de proyecciones fantasmáticas, d) la integración de aspectos reprimidos o escindidos que den una mayor amplitud al desarrollo del Self, etc
Es evidente, que desde otras perspectivas teórico-técnicas estas “emergencias relacionales” a las que nos referimos como fenómenos transaccionales, podrían parecer la consecuencia de una reactivación de aspectos no resueltos de una “patología residual”, que todos hemos comprobado en el final de cualquier experiencia de Separación. Pueden pensarse también como una actualización y realización brusca, breve y violenta de transferencias no elaboradas a lo largo del proceso. (Esta significación siempre es posible en la medida en que en un Encuadre Limitado es difícil que sea capaz de contener todas las transferencias del paciente, donde a lo largo del tratamiento hemos visto cómo han aparecido y se han desarrollado paralelamente en figuras de la realidad externa, no siempre pasibles de atraer a la situación analítica y que podrían llegar a considerarse como auténticas “neurosis extra o para transferenciales”). Sin embargo en los casos en que he comprobado esta circunstancia, las relaciones a las que hago referencia habían tenido lugar en otros momentos del proceso, con una intensidad, significado e intencionalidad distintas de la actual y que habían sido analizadas – creo – suficientemente como para no constituirse en conflictos débilmente reprimidos exigentes de su retorno.
Junto a los dos casos clínicos que presento como ejemplo, añado también un tercer caso en el que subrayo la aparición de un fenómenos psicosomático que también tiene esa misma función de facilitar una experiencia de Separación y de Independencia que ha supuesto la salida de un impasse y la iniciación de experiencias de pensamiento y acción coherentes a un mayor grado de autonomía.
II.-Generalidades en torno a estos Fenómenos Transicionales
Estos objetos del final de la cura con los que se establece esta relación y esa determinada finalidad, tienen ciertos aspectos en común con los Objetos Transicionales de Winnicott:
1.- Parecen encontrarse “casualmente” con ellos en el mundo de la realidad externa (o exterior al aparato psíquico). Habitualmente ese objeto “ha estado siempre ahí” hasta que en un momento toma un valor o significado que antes no tenía y durante un tiempo pasa a centrar y organizar parte de la vida afectiva del paciente.
2.- La relación se va a caracterizar por el “Uso” (término de W.), durante el cual es utilizado tanto para el mundo externo como para el interno sin sentirlo como formando parte de un objeto próximo al núcleo del Yo, permaneciendo siempre en una posición periférica adecuada a sus necesidades adaptativas.
3.- Este uso relacional va a permitir la aparición de un espacio mental nuevo, potencial, donde se van a vivir y tramitar nuevas experiencias emocionales que pueden ser o no interiorizadas para un cambio estructural, aunque sí determinan un cambio conductual y comportamental valorables como pro-desarrollo. (Ello no implica que estos “objetos de uso”, generalmente de duración temporal y finalista, no puedan imponer un cambio estructural en el Yo al interiorizarse en núcleos próximos a éste).
4.- Esta relación, este objeto, va a ser compartido con el analista (psicoterapeuta psicoanalítico), ya sea a través del impacto del material clínico y particularmente de la Contratransferencia, o porque se llega a formar una especie de “terceridad” (Odgen) al constituirse una red o entramado cruzado de relaciones reales, proyecciones e introyecciones entre los tres personajes (objeto externo, psicoterapeuta y paciente), cada uno de ellos con una doble cara externa-interna durante la elaboración de esta situación clínica.
5.- La finalidad de estos fenómenos es la facilitación de una Experiencia de Separación y con ello el acceso a cuotas de un funcionamiento más autónomo.
Estos objetos-relaciones-fenómenos, que nos encontramos en la clínica podrían ubicarse también, bajo otros modelos teóricos en actividades semejantes.
Así, en el modelo teórico de Wisdom sobre los objetos que configuran y forman el Self, serían parte de lo que él llama “objetos orbitales”, que formando parte de mundo externo estarían también –en su representación psíquica – circulando de forma temporal dentro del Self, más periféricos al núcleo del Yo, y que no siempre terminan formando parte estructurante de éste; ya que van a chocar con otros objetos constituidos en ese núcleo: Ideal del Yo, Superyo, etc., estabilizados como parte de la identidad. Lo central que hemos de subrayar es la doble existencia de este objeto, con una representación externa (que corresponde a la “realidad” de él), y una representación interna (la “fantasía inconsciente” que el paciente tiene del mismo), y que ambas representaciones están en interacción mutua y cambiante. Esta situación, al principio, no se sitúa cerca de los núcleos del Yo (su identidad) y circula por un espacio mental y conductual que enfatiza la acción en vez de la reflexión.
En otros modelos teóricos podrían considerarse como Pre-objetos en espacios mentales exteriores al Yo pero no ajenos a él, en lo que otros autores han llamado: espacio-consigna, espacio-buche, espacio-despensa, etc. ubicados en zonas periféricas al Yo donde están depositadas partes del Sí-mismo (¿reprimidas o escindidas? por movimientos alternativos de integración-desintegración/ PSàßD ) que habitualmente se mantienen “a la sombra” y que episódicamente el Yo recoge, se identifica con ellos y funciona bajo esa identidad.
Con estas mismas características, incluimos aquí el concepto de “Objeto útil” al que hicimos referencia en nuestro trabajo de “El Encuadre Limitado en Psicoterapia Psicoanalítica”
Todos estos modelos coinciden en el señalamiento de un Espacio o Zona Intermedia de experiencias, necesaria de circular en cada experiencia de Separación y donde se va construyendo y diferenciando de forma separada e interrelacionando la realidad interior y la vida externa.
Y, en todo caso, es imprescindible para que estos fenómenos transicionales puedan ser considerados de utilidad en el Proceso Psicoanalítico, su supervivencia a este uso temporal del mismo, antes de los distintos destinos a los que pueda llevar su evolución. Así como en la situación analítica es importante que al final aparezca la persona real del analista distanciada y diferenciada con su capacidad de pensar libre y creativamente, del envoltorio transferencial que se ha puesto en él, aquí también se hace necesario que el Objeto, antes de su desaparición de esa encrucijada, sobreviva en su realidad externa a esta experiencia emocional del fenómeno transicional. Han de sobrevivir el Objeto, el paciente y el analista en sus realidades interna y externa diferenciadas para que sobrevivan: a) otra realidad externa más adecuada a la “verdad” del objeto, y b) el mundo interno del paciente integrando la experiencia de separación que imponen estos fenómenos transicionales.
III.- Casos clínicos
Caso 1.
– Se trata de un paciente, varón de 42 años, con una psicopatología dominada por una caracteropatía de tipo obsesivo con un importante monto de ansiedad ligado a pulsiones sádico-agresivas, que marcaban y hacía permanentemente conflictiva su vida profesional y relacional, y que se manifestaron a lo largo de su tratamiento en una Transferencia hostil continuada que se mostraba unas veces de expresión directa, otras a base de actings outs repetidos, y otras en forma de evacuaciones somáticas diversas no siempre benignas que se alternaban con tics incoercibles cuando el nivel de agresividad superaba la capacidad de contención mental o comportamental de la misma. Agresividad ligada a una sobreidentificación con una figura paterna a expensas de un rechazo a la interiorización de funciones maternales. Lleva 10 años de tratamiento, a la frecuencia de 1 sesión/semana. Su situación clínica, en el momento actual, está aceptablemente estabilizada; han desaparecido los episodios somatomorfos, (reducidos a sensaciones que acompañan a experiencias emocionales que la mayoría de las veces él mismo puede conectar), han desaparecido las evacuaciones musculares (tics), no hay ansiedad evidente, y las relaciones tanto familiares como exogámicas no tienen el tono de disputa y oposición permanente que antes tenían, habiendo incorporado funciones de cuidado y relaciones tiernas con su círculo familiar.
Estamos pensando en su próximo final de tratamiento, y ha sido en ese momento cuando ha empezado a tomar cuerpo una relación amorosa tenida años atrás y que se había difuminado con el tiempo porque amenazaba la estabilidad del grupo familiar que él necesita como apoyo. Esta relación, que había surgido como “desafío” en forma de un “Acting out” contra el análisis y el terapeuta (figura paterna) en el periodo de elaboración edípica, fué abandonada poco tiempo después. Hoy ha retomado actualidad este pequeño romance que sin llegar a la realización ni idealización (enamoramiento) de su época anterior está impregnando de afecto de gratitud – obtenido a través de un proceso de interiorización de este vínculo amoroso y evolucionado hasta constituirse como objeto interno – que se hace extensivo y comedido a la mayor parte de su mundo relacional incluyendo la relación analítica. A través de esta experiencia se está permitiendo el sepultamiento de una parte importante de sus pulsiones sádicas, y el establecimiento de una muy aceptable ambivalencia en la relación analítica conmigo que le da acceso a reconocer y expresar sentimientos de gratitud hacia el tratamiento así como un mayor grado de apacibilidad en las distintas facetas de su vida. …“Quiero vivir – él mismo lo dice – sin dejarme enemigos atrás….”. (está claro que no estoy hablando de un demonio convertido en ángel sino de un apaciguamiento de pulsiones hostiles, antes escasamente controladas)
Caso 2.
– Varón de 50 años. Hizo un primer tratamiento conmigo por un Trastorno de Angustia fóbica con síntomas Conversivos, de aparente remisión total de dos años de duración. A pesar del buen resultado seguía ligado a mí por unas “necesidades de revisión”; por ello, y ante la dificultad para elaborar una separación definitiva, optamos por decidir la iniciación de un nuevo proceso psicoterápico que venimos siguiendo desde hace 4 años a la frecuencia de 2 sesiones semanales.
La sintomatología venía ahora dominada por un estado de ansiedad depresiva permanente, la aparición de numerosas somatizaciones, una enfermedad psicosomática importante y una necesidad obsesiva de control sobre funciones corporales ligado todo a la irrupción de sentimientos de hostilidad y episodios depresivos de pérdida de objetos de apoyo, habiendo organizado una estrategia defensiva de apego-sometimiento a los objetos de esas pulsiones que mantenía al mismo tiempo idealizados para protegerse y protegerlos de esos impulsos. Teníamos como desafío para este proceso psicoterápico, trabajar con un aparto psíquico de muy escasa capacidad para la mentalización (dominaban las somatizaciones no simbólicas ), con un objetivo final que era elaborar una separación, en una personalidad con tendencia a establecer relaciones muy fusivas e idealizadas, y una dificultad para integrar de forma ambivalentemente sentimientos ligados a la agresividad que entraban en conflicto con un Ideal del Yo devenido de un SuperYo severo.
En el último año de tratamiento empezó a organizarse en la realidad de su vida laboral y con un compañero una relación paranoide: perseguidor/perseguido que absorbió todo ese monto de hostilidad y permitió un trabajo directo sobre esa pulsión escindida de la transferencia y de otros objetos de apego idealizados. En sus sueños se evidenciaba claramente esta agresividad que él parecía comprender pero que luego sufría una desmentida y reaparecía en su actuación con el compañero. El trabajo psicoterápico sobre esta relación (real y fantaseada), su intento de traerlo a la situación analítica, y una defensa firme del Encuadre – al que trataba de convertir en un aliado colusivo de su sistema persecutorio en la realidad – consiguió una aproximación a cierto grado de insight y la iniciación de una ambivalencia tolerable y una menor escisión-idealización de mí que permitieron el distanciamiento para una expectativa clara de separación-individuación. En uno de los últimos sueños del paciente, éste se veía deslizándose muy felizmente por un primer lago con un camino claramente señalado (referencia al primer tratamiento) pero que desembocaba en otro más incómodo, – al que denominamos “mar de los sargazos“ – en el que sabía que hacía pie, pero en el que le costaba mucho deslizarse aún sabiendo que terminaría cruzándolo (referencia al proceso actual).
Caso 3.
– Se trata de una paciente de 38 años, que lleva trabajando conmigo más de 6 años, ubicable en el límite de analizabilidad. Su cuadro clínico – curiosamente organizado como respuesta a situaciones traumáticas muy precoces – podría englobarse en una Neurosis de Carácter en la que los sistemas de aislamiento obsesivo han hecho casi “desaparecer” cualquier tipo de mundo emocional e inconsciente, llevando una vida apegada a soluciones prácticas e “hiperrealistas”. (La paciente es una profesional altamente cualificada) . Nuestro trabajo era un intento de crear inconsciente allí donde no parecía haber actividad mental o la que pudiera hacer, parecía dedicada a arrasar toda posibilidad de hacer pensamientos emocionales tanto en su mente como en la del analista (un buen ejemplo para estudiar las experiencias contratransferenciales de somnolencia y/o letargo). En los primeros años solo pudimos coincidir en la existencia de una muralla-barrera en la que se detenían y desaparecían los estímulos tanto internos como externos para sustituir su aparato psíquico por una especie de limbo “aconflictual” mantenida por un Seudoself adaptativo en la que su identidad se difuminaba en un rol familiar de “hija para todo” muy del agrado y deseos de su familia.
En los últimos meses la paciente estuvo afectada de un “catarro nasal” al que se ha añadido una anosmia (disminución/pérdida de capacidad olfativa), que le “obligó” a tomar una distancia de las vicisitudes de su familia. (Siguiendo el refranero español “a no meter las narices donde lo la llaman”) Con ello empezó a no hiperactuar en la realidad con soluciones prácticas a los acontecimientos de familiares y socio-laborales. Desde esta nueva distancia mental – recién conseguida y a través de éste síntoma orgánico – empezó a construir pensamientos sobre la situación real y anímica de ella misma y sobre varios miembros de la familia que iniciaban un deterioro cognitivo que intentaba desmentir. Ahora, “lamentablemente” sufre sentimientos depresivos en torno a estas percepciones e intenta trasmitirlos al mismo tiempo que inicia maniobras en la realidad externa dirigidas (¡por primera vez!) a planificar un futro de individualidad lejos del apego simbiótico que caracteriza su tipo de relación con el clan familiar.
Actualmente, pasados ya varios meses del primer episodio catarral, cuando se ve ante situaciones de ansiedad en los que hay riesgo de regresar a las posiciones relacionales fusivas de antaño, reaparece el catarro (más benigno, que ella denomina “la burbuja catarral”) o a veces solo su recuerdo, pero siempre su uso – no del todo inconsciente – para lograr esa distancia que le permita pensar con niveles de angustia manejables.
IV.- Comentarios a los casos
Vuelvo a insistir en el desarrollo de nuestro trabajo en un marco de Psicoterapia Psicoanalítico, con un Encuadre limitado y que como tal, los niveles de regresión no son totalmente contenidos por él o necesitan un control permanente para su manejo terapéutico. Las reactivaciones o la puesta en marcha de relaciones de objeto arcaicas (Transferenciales) se dispersan fuera de la situación analítica a situaciones y personajes de la vida de la realidad externa del paciente. Aquí, por así decirlo, la “Neurosis de Transferencia” también está limitada o sustituida por la ya señaladas “Neurosis extra o para-transferenciales” .
Es por eso que lo que en un Encuadre psicoanalítico habitual, podríamos entender como fenómenos de “acting out” destinados a mantener escindidas determinadas partes del Self; aquí, y reactivados por el Proceso iniciado, nos ofrecen la posibilidad de entenderlos como dramatizaciones externalizadas de objetos internos que han de resolverse (significarse y elaborarse) allí donde se producen, antes o paralelamente al trabajo en y con la persona del analista; no siempre posible de seguir el concepto clásico de la cura de la regla de elaboración transferencial “in absentia o in efigie”.
Sin embargo, los fenómenos clínicos que aquí señalamos: experiencia amorosa en el caso I, reacción de hostilidad organizada en un sistema paranoide persecución/perseguido del caso II, y el pensamiento-reflexión sobre un síntoma somático que sirve al inicio de un insight psico-emocional-conductual del caso III, entendemos que cumplen fielmente los requisitos de un Fenómeno con sus Objetos transicionales.
a).- Son objetos de afuera, del mundo externo al Yo, que “parece” que se los encuentra de nuevo para recrearlos con una significación distinta de la que tenían previamente.
b) .- Pasan de ser objetos sin significado particular a ocupar un espacio mental de intensidad y calidad que antes no tenían; en este sentido son previamente “destructivos” y expulsados de su “status mental” antiguo para pasar a revivir en otro espacio distinto. Siguiendo la reflexión winnicottiana han de ser destruidos en su espacio mental interno omnipotentemente controlado, expulsados al exterior y allí, fuera de ese control, poder establecer una nueva interacción.
c).- Ocupan al mismo tiempo un espacio de la realidad externa e interna del paciente.
d).- En la medida que entran en oposición a un núcleo del Yo: el Ideal del Yo (poder descargar agresividad sin sentir culpa en el caso I, mantener el rol de “chico bueno” en el caso II, y un ideal de a-mentalización de mundo aconflictual en el caso III), circulan en torno al Self sin formar parte de la identidad básica de éste.
e).- Son “usados” en el sentido de repetidamente traídos y llevados, corregidos y modificados (semejante al juego de aproximación-separación de Mahler) hasta lo que puede considerarse como el final de su tarea: intentar ser depositados como un nuevo objeto interno incorporado al núcleo del Yo y formando parte de su Identidad.
f).- El analista es llevado a una posición de observador-participante en todo este proceso en el que ha de mantenerse también entre dos espacios: el externo al que se le pide la visión distante y reflexiva de la situación (identificado con la parte pro-crecimiento del paciente), y el interno “invitado” a mantener, participar y favorecer procesos creativos del paciente sin alejarse de sostener las realidades externa e interna del mismo.
V.- Su aplicación en el Tratamiento.
Retomo aquí las palabras del propio Winnicott: (Exploraciones psicoanalíticas I, – “El uso del objeto”, pag 261) cuando dice “….. solo en los últimos años, se puede soportar la evolución de la transferencia por la confianza del paciente y de la técnica, sin interrumpirlo con interpretaciones …”, para tomarlas como referencia a los datos que trato de significar. Es indudable que a lo largo del Proceso y del trabajo psíquico que ha efectuado la pareja analista-paciente en ese intercambio consciente-inconsciente ha tenido que constatarse un aumento hacia una confianza mutua, a la apertura a nuevas experiencias psíquicas, a nuevas relaciones o a una nueva significación de las mismas, que se acompañan y sostienen en la seguridad de un vínculo y de un Yo “suficientemente fuertes” para soportarlas.
Para llegar aquí, se ha necesitado el entrecruzamiento entre ambos de un conjunto de tres elementos complementarios que unen tres dimensiones inseparables: la de la experiencia afectiva, la cognitiva de indagación-significación y la relacional de interacción, de efectos importantes en cada uno de ellos.
Por parte del paciente, el trabajo analítico desempeñado ha tenido que ir creando en su Self un núcleo observador-participante con una aceptable función de simbolización capaz de manejarse en esa zona intermedia de la experiencia, la zona del “espacio analítico o psicoterápico”. En la apertura de esta nueva zona de realidades externa/interna (la tercera zona de Baranger,) de posible creatividad, va a ser posible la creación de “nuevos” objetos y de nuevas relaciones, significaciones y cambios si no se bloquea su evolución.
Por parte del analista, esa misma cualidad de observador-participante reforzada además por la identificación transferencial con ese núcleo yoico del paciente, puede permitirse adecuar un Encuadre que, aún manteniendo las reglas básicas fijas, puede hacerse lo suficientemente “móvil” en calidad de Continente a las contingencias evolutivas del proceso y al grado de nivel de regresión de cada paciente. El Encuadre, entendido como actitud mental del analista, va a configurar los rasgos de Sostén y de Ambiente Facilitador que caracterizan su modo de entender el desarrollo
Por parte del objeto, y para que pueda ser evocado, convertido y usado, es imprescindible que tenga una doble existencia: Presencia Real y Representación Interna, y al mismo tiempo que sea capaz de una Supervivencia a la agresión (su uso), independientemente de cuál pueda ser su destino final, para que cumpla su finalidad. De esta supervivencia va a ser relativamente responsable la actitud del analista respetando y manteniendo la experiencia en la medida que pueda entender la situación como un fenómeno transicional (pro-crecimiento) destinado a facilitar un proceso de Separación, y no como un Acting out (anti-crecimiento) destinado a escindir una parte del Self.
De esta manera, el Yo, circulando por estas zonas de Objetos transicionales, al mismo tiempo que crea fantasías y pensamientos propios del mundo de la realidad interna, va ratificando el mundo de la realidad externa al Self, y definitivamente separando y diferenciando una de otra.
En orden a la técnica de abordaje de estos fenómenos hay que tener en cuenta que son creaciones del paciente y que es él quien ha de dirigir su elaboración hasta el logro de su subjetividad (no olvidemos que en su formación, nunca sabremos si el O.T. estaba ahí: – muchacha del pasado (caso I) , colega de profesión (caso II), catarro nasal (caso III) -, o si lo ha creado él: – vinculación amorosa de gratitud (caso I), hostilidad persecutoria (caso II) o distancia necesaria a un pensamiento (caso III-), y que por lo tanto es a él y a su “tempo psíquico” a quien corresponde la elaboración.
Nunca como en estos casos se hace necesario que el analista se mantenga en una posición de monitorizar el proceso en forma de un acompañamiento para que la experiencia se complete hasta donde sea posible. Winnicott con los recuerda en su consejo-guía: “… Uno no debe tratar de curar a un paciente más allá de sus necesidades y de sus recursos psíquicos para que pueda subsistir y vivir a partir de esa cura…” (Sostén e Interpretación)
Dudo de que haya una mejor metaforización para la actividad psicoterapéutica ante esta situación que las que D.W. propone como “la mamá que sabe jugar” o la aplicación adaptada del “Squall game” para lograr ese ambiente facilitador que proporciona una interacción vinculante y facilita la creación de nuevos pensamientos, de nueva historia y de una nueva subjetividad como punto final de la combinación entre lo personal y lo técnico. Nosotros proponemos sin embargo, para mejor describir lo que ha de constituir la intervención del psicoterapeuta, el término de Monitorización (*), para moverse con fe, libertad y seguridad en ese espectro que exige el Espacio intermedio de la experiencia. Porque, si se me permite enunciarlo así: se podría decir que el psicoterapeuta debe de saber oscilar entre “Prohijar un hijo en clásico desarrollo, como en “alcahuetar engolfamientos o desviacionismos” en la confianza de estar ante un proceso en el que se cree y confía.
Su actitud no va a ser centrada tanto en la interpretación como en el sostén de las capacidades creativas del paciente y de desarrollo de estas relaciones. Aquí interevencio0nes interpretativas o significaciones excesivamente saturadas, corren el riesgo de facilitar Resistencias o Fijaciones Inmovilistas más que ele de promover desarrollos o integraciones nuevas.
(*) Eliminando la connotación físico-mecánica de este término, lo adoptamos siguiendo la definición etimológica del “Diccionario del uso del español” de Dña. María Moliner: Persona que amonesta o avisa, encargada de instruir a otras en determinadas actividades. Esclavo que en la antigua Roma acompañaba a su señor por la calle para recordarle los nombres de las personas a las que iba encontrando.
Cierto subalterno que acompañaba en el foro a los oradores romanos para recordarles los datos que debían de utilizar en sus discursos.
Aunque no creo necesario sistematizar lo que consideramos que debe de ser esta actitud de Monitor como posición idónea del analista en esta situación podríamos señalar los siguientes puntos:
1.– En su labor de sostén ha de saber manejar un punto de vista de observador con la suficiente distancia para la evaluación de ese fenómeno. Su papel de acompañante le implica una participación no excesivamente activa; aquí las interpretaciones tienen poco campo en la medida de que pueden bloquear o condicionar el trabajo creativo y descubridor del paciente. (que le llevaría al asentamiento en una “locura interna”) Para el paciente no es el momento de “un saber inconsciente” de lo que ocurre sino una posibilidad de favorecer el “aprender de lo nuevo” que está apareciendo;
2.– el analista ha de permitir “ser usado” por el paciente porque es una parte de la experiencia, y en ese juego externo/interno que es la base del fenómeno transicional tendrá que evitar identificarse solamente con la visión realista y externa del objeto que tiene el paciente (que le llevaría a una “locura de realidad”) Hay que estar al lado, pero fuera de su proceso de subjetivación.
3.– A su cargo también corresponde el mantener la supervivencia del objeto y de la relación. El OT no deja de ser devenido de un objeto interno que estaba controlado omnipotentemente por el paciente, y que lo ha destruido en ese espacio interior cuando lo ha extrayectarlo afuera; ahora, desde ese nuevo espacio mental de la ilusión/desilusión en la que se mueve la experiencia, el analista debe de procurar mantener “el juego” hasta que puedan sobrevivir en el espacio externo los objetos utilizados, personas “reales” frente a “personajes fantaseados”, incluido el propio analista (independientemente de cuál será su destino final).
4.– Tendrá que tolerar y acompañar el desgaste y sufrimiento (porque él también está incluido) que acompaña todo el juego de desplazamientos, simbolizaciones, y pérdidas que facilitan en estos O.T. una descarga gradual sin duelos excesivamente patológicos hasta su destino final (formando parte de su realidad interna reprimido o no; como objeto de la realidad externa que pueda ser evocado, o sublimado hasta ser incluido en un posible desarrollo cultural personal).
En una palabra, y como siempre: analista y relaciones destinados al eterno juego de favorecer la perpetua tarea humana de la individualidad mientras sigue engarzado en el mantenimiento y diferenciación de las realidades interna y externa. (D.W. Winnicott)
BIBLIOGRAFIA
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– HINSHELWOOD R. D..- Clínica Kleiniana .- Editorial Promolibro (Valencia).- pag 83 y siguientes..
– IBÁÑEZ DE OPACUA, Julián.- Rev. “El desarrollo de procesos terapéuticos en Psicoterapia Psicoanalítica”.- Rev. AMPP.- núm 4.- 2008
– LIBERMAN, Aries, ABELLO BLANCO, Augusto /Compiladores: “Winnicott hoy; Su presencia en la clínica actual.- Editorial Prismática.- 2008.
– ODGEN, Tomas H..- La matriz de la Mente (las relaciones de objeto y el diálogo psicoanalítico).- Tecnipublicaciones S.A. 1989
– RODRÍGUEZ MELÓN, Valentín.- “El Encuadre Limitado”.- Rev. AMPP, núm. 1.- 2006
– DEL VALLE, Elsa: La Obra de Melanie Klein, vol. I.- Lugar Editorial, Buenos Aires, 1986 (pag. 139 y siguientes)
– WINNICOTT, D.W..
- Realidad y Juego, – Ed. Gedisa. Pags. 17 y siguientes
- Exploraciones Psicoanalíticas I.- – (“El uso del objeto” ) 1991, pags. 261 y siguientes)
- Exploraciones Psicoanalíticas I.- (“Una reflexión sobre la vida de D.W”).- pág. 15
- Sostén e Interpretación .- Ed. Paidos, 1996