In Memoriam
A JOSÉ MARÍA MANZANARES, nacido José Maria Dolls
No podía ser de otro modo. Tenía que venir del Este, por el Mediterráneo, como vino el canon geométrico de la belleza griega; como llegó también el goce de la estética que era señal de perfumes orientales y que al llegar a Europa se hizo sinónimo de Verdad. La Verdad es Belleza y al contrario, tanto monta, monta tanto.
En la historia de la tauromaquia se subió a un apellido de casta y le hizo estirpe, fue como un rapto de Zeus pare crear mitos.
Así se llegó José María Manzanares.
Cuentan que por la noches, en su jardín, soñaba robar magia china a la luz de la luna porque quería dominar el movimiento sutil de las sombras. Luego, sobre el sol del albero y con la noche del toro quería bailar esos sueños con la armonía y el compás de esos aires que tienen los románticos nocherniegos.
Cantó y gritó la libertad de su ritmo. Traía música nueva, de aires que no eran ni el estridente pasodoble ni el sedoso vals aunque parecía tener cadencia de ambos. Cuando necesitó gritar más libertad a su estilo, se fue más allá del océano y encontró el capricho del bolero. Se burló de los que le pedían rutina y cantidad para seguir sus quimeras creativas que trajeron las ensoñaciones lentas del clasicismo más ortodoxo, el concepto que nunca debió de haberse ido. Le llamaron príncipe de los antojos porque podía y sabía saltar cualquier tabú normativo o generacional, y vivió hermosamente arrogante dejándose llevar en cada brazo por la admiración y la envidia.
Sevilla le coronó Príncipe con anticipación, en su casa-puerta.
Así era José María Manzanares.
Vino a morir al Oeste, a Extremadura, a caer en una tierra acostumbrada a dar el último abrazo a los héroes.
Fue fulminado en la soledad del vacío, sin darle tiempo a poner lentitud a la violencia de lo súbito, y sin saber que un adiós a su descendencia era el último adiós a la vida.
La muerte le cogió a traición; él se burla de ella negándose a ser recuerdo y repitiéndose en su linaje. Decir adiós, nunca fue su fuerte.
Así se fue y se queda José María Manzanares.
V. Rodríguez Melón.
Diciembre de 2014
José María MANZANARES
A josemarimanzanares hijo, en proceso de Duelo
Un Traje de Luces negro sobre el redondel.
Es como un son de Copla sevillana que se hace mito de duelo universal y torero.
Lo llaman catafalco y azabache para que sea vestido de ritual litúrgico.
El primero que lo llevó fue Gallito Chico o Joselito el Grande, la “señá” Gabriela se lo tejió sobre sus hombros desde los sueños oscuros del recuerdo.
Y con el traje, un Capote de paseo también negro, como las penas. Capote husmeador de miedos que Rafael de Paula escondió en el rincón más alejado de los armarios de mal fario.
Luego llegó a las manos de Antonio Bienvenida que lo retuvo como el mejor sudario posible de toda una casta torera.
Hoy, lo ha vuelto a traer josemarimanzanares para vestirse de la ausencia de su padre porque querían torear juntos.
Uno, el hijo, lo hacía por fuera, con lances largos dibujando círculos mágicos.
Otro, el padre, toreando por dentro, con la hondura y el compás de los maestros.
Sevilla puso el marco y el camino en su domingo de Resurrección para enseñar cómo se entierra a un hombre en Andalucía, con un hijo y una madre detrás buscando al que se ha ido para recrearle y repetirle.
Abril-2015
Josemarimanzanares